FúTBOL › ¿PARA EL EQUIPO? ¿PARA SU LUCIMIENTO? ¿PARA LA TRIBUNA?
Se ha transformado en una de las grandes figuras de esta Selección Argentina invicta y puntera de las Eliminatorias. Su rendimiento muestra que es más importante como productor del desequilibrio que como jugador de conjunto.
Morfón: Argentinismo. Dícese del jugador de fútbol, generalmente muy habilidoso, que no le da la pelota a nadie y que elude rivales aun ante la mejor opción de entregarla a un compañero.
Desequilibrante: Argentinismo que, aplicado al fútbol, da cuenta de un jugador que por sus virtudes técnicas es capaz de resolver un partido.
Las dos definiciones, propias de diccionario, le queden a medida a Lionel Messi, un jugador que nunca pasa inadvertido y que desde su fulminante aparición pública en el Mundial juvenil de Holanda, hace dos años, ocupa los primeros planos, casi siempre porque juega y a veces porque no lo hace.
Caso curioso el de este crack, que el 24 de junio pasado cumplió 20 años, un detalle no menor que deberá ser considerado antes de cualquier apresurado análisis. Como ya se sabe, Messi milita en el Barcelona, por lo que se lo ve muy poquito en directo en estas benditas tierras. Una de las ventajas que tiene esto de las Eliminatorias largas de todos contra todos es que se lo puede ver en la cancha de tanto en tanto. Cada aparición genera entre los aficionados una tremenda expectativa. Todos quieren verlo con la camiseta albiceleste y quieren saber qué le pasa al equipo con él en la cancha.
Messi, por su parte, parece estar condicionado por esa ansiedad y da la sensación de que quiere demostrar toda su calidad minuto a minuto. Recibe en un costado y gambetea, recibe de espaldas y la pisa, recibe libre y la tira para sacarse de encima un rival. Toca y se asocia con sus compañeros menos de lo aconsejable. En ciertas ocasiones larga la pelota cuando ya no le queda otro remedio.
La confianza que se tiene para desarmar a un rival con su fulminante pique corto (equiparable al de Maradona en sus mejores momentos) hace que intente filtrarse entre dos, tres o cuatro rivales y entonces puede ocurrir que termina en la red de los contrarios (como el maradoniano gol al Getafe) o por el piso, sin el balón. Los rivales, avisados de su talento, suelen rodearlo y restarle espacios cuando empieza a gambetear. A veces no le pasa la pelota a ningún compañero porque entra en un laberinto de gambetas del que sólo se puede salir agregando una gambeta más.
En realidad, no es que Messi se desempeñe de una manera en Barcelona y de otra en la Argentina. Aquí, simplemente, se potencian sus virtudes y sus defectos. Jugando por la derecha, tiene la posibilidad de meter mortíferas diagonales, como en la jugada del tercer gol contra Bolivia. Ya estaban 2-0 y el partido era cosa juzgada cuando generó esa monumental apilada. Pero bien la pudo hacer en un cero a cero y con el partido cerrado. En este fútbol de hoy, en el que se corre mucho y se juega poco, Messi dispone de una moneda poco corriente: gambeta y pique corto letal.
Con sus 20 años y la espina clavada de no haber entrado en el partido contra los alemanes en el último Mundial, juega ocho de cada diez pelotas como si fueran la última. En el fondo no sabe hacer otra cosa y sencillamente intenta aquello que está en su naturaleza. Tal vez, con el tiempo, logre entender que puede ser un buen negocio graduar las energías y hacerles creer a los contrarios que está fuera de sintonía y sorprender de tanto en tanto. Pelé conocía a la perfección ese libreto: se lo veía trotar en la cancha, como perdido, realizaba toquecitos intrascendentes y de repente se soltaba y le pintaba la cara a cualquiera.
Messi no es un gran jugador de equipo. No es por egoísmo o, mejor dicho, no sólo es por egoísmo; también es porque hace lo que le sale y su mejor aporte al equipo es el de su habilidad. Si se le diera la responsabilidad del armado y se le pidiera que leyera los partidos, leería mensajes del tipo “hay que gambetearse a esos ocho que están ahí atrás para llegar al gol”. Sólo los jugadores como él son capaces de responder a ese mandato.
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