FúTBOL › OPINION
› Por Pablo Vignone
Hasta que Vélez sepultó a Colón bajo una catarata de goles, era posible leer cierto patrón en la factura de los tantos que módicamente salpimentaron los encuentros de esta décima fecha, suerte de bisagra del Apertura. El tanto del paraguayito Christian Báez que le dio la ventaja a Independiente continuó con la tendencia que había abierto Mauro Obolo dos días antes tras el centro que le lanzó Matías Alustiza.
Exceptuando el tanto de Mauro Formica con que Newell’s abrió el marcador ante Quilmes, y los remates desde el punto del penal que convirtieron Gastón Fernández, Hernán Rodrigo López y Silvio Romero, la mecánica de los goles ha sido la misma: centro –en general un corner–, cabeza, eventualmente algún rebote, gol.
En el caso de Báez, el corner lo ejecutó Gracián. Hay alguna variante, pero basta repasar las repeticiones para detectar las similitudes. Incluso en la media docena de Vélez se perciben rastros de la tendencia, como los dos goles de penal de Silva o el primero de Martínez, un golpe de cabeza tras un corner lanzado por Papa. El tanto que sufrió Boca, facturado por Denis Stracqualursi, respondió a mecánica calcada.
Báez no es el responsable de la victoria de Independiente sino apenas de la ventaja. El responsable es Hilario Navarro, que en una jugada parecida a la del tanto rojo, en el complemento, manoteó el cabezazo que Lucas Aveldaño le aplicó al centro de José Luis Fernández. En réplica simétrica, el arquero correntino impuso la diferencia, que amplificó con su rendimiento a lo largo de los 90 minutos.
Pero eso es desviarse de la cuestión. No cómo evitarlos sino de qué manera se producen. El festival de la pelota parada, para algunos, no es más que un pobre muestrario de, a la vez, imaginación y técnica. Cuesta encontrar algún pasaje del clásico con un par de gambetas consecutivas, alguna pared aislada, lances de audacia.
No sorprende, por supuesto. Es mucho más sencillo poner el acento en la recuperación (la fase dos, diría Menotti) que promover la gestación o entrenar la definición. Para eso, de paso, se precisan conocimientos y, fundamentalmente, se requiere materia prima que las inferiores ya no proveen más que con suprema escasez. Lo obvio después de dos mundiales es que a la Argentina ya no le crecen los marcadores de punta. Suficiente para generar escándalo. Pero de esto, de la hambruna del juego, de la creciente carencia de jugadores que puedan dar dos pases seguidos o combinar dos cortas con una larga, que conozcan la clave para multiplicar los caminos que se abren al gol, ¿quién se ocupa?
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