FúTBOL › AUNQUE SE TRATó DE UN PARTIDO DE PRETEMPORADA, EL SUPERCLáSICO DEJó MUCHA TELA PARA CORTAR
El DT de River paró un equipo ofensivo y fue protagonista gracias a las buenas labores de Mora y Vangioni; el DT de Boca, en cambio, no logró diferenciar su planteo del de Falcioni, su antecesor en el cargo: un equipo lento y sin sorpresa.
› Por Juan José Panno
Lo primero que les deja a los de River es un saborcito dulzón. Ganar un Superclásico siempre es importante, así jueguen la final de la Copa Libertadores o un amistoso de comienzo de temporada. Todos dicen que no les dan importancia, pero nadie sale indemne de una derrota y las caras de los jugadores de Boca mostraban un indisimulable fastidio después del 0-2 que pudo ser aun peor. Es un partido de verano, sí, pero la expresión tanto vale para la categoría del encuentro como para el calorcito que debieron pasar los boquenses con el toqueteo de su rival en algunos pasajes del segundo tiempo.
El clásico dejó además otros puntos interesantes para considerar, como por ejemplo el auspicioso debut de Vangioni. El ex jugador de Newell’s, rápido, preciso, se convirtió en una de las figuras de la cancha y dio muestras de que al menos en este partido no le quedó grande ni le pesó la camiseta. Participó en el circuito de casi todas las jugadas ofensivas de su equipo, administró con mucho criterio la pelota y preocupó al endeble fondo de Boca. La otra figura dominante fue Rodrigo Mora. El uruguayo encontró el espacio justo para cabecear la pelota en el primer gol –aprovechando la floja oposición de Burdisso– y definió muy bien en el segundo. En el último clásico por los porotos se había destacado y en la noche del sábado volvió a brillar. Será titular indiscutible en el ataque de River cuando empiece el campeonato. Habrá que ver si con Trezeguet o con Funes Mori. El Pelado Díaz parece tener ganas de jugársela con este último. En el partido del sábado, después de un pifiado remate del 9 al cielo, frenó las quejas de los plateístas con un gesto que se podía leer como “calma, paciencia, hay que esperarlo a este pibe, ya van a llegar los goles”. Tal vez lo hizo recordando todo lo que él mismo fue creciendo en su época de jugador.
Mora fue también el protagonista de los habituales afiches post partido. “Quedaron como el color de su camiseta: Mora 2”, dice en su epígrafe el más ingenioso. Las cargadas no se hicieron esperar. River necesitaba ganarle a Boca, se había quedado en las puertas del festejo, del lado de afuera, en el último partido, el 2-2 del Monumental. El estigma de haber pasado un año por el Nacional B no es algo que se limpie así nomás, pero una victoria en el clásico siempre ayuda. Ganarle a Boca como se le ganó, bien, claramente, sin margen para discutir merecimientos, es además un buen punto de partida para reforzar la idea de que con Ramón Díaz todo va a andar mejor. Tanta es la ilusión que provoca la llegada del nuevo entrenador que el “oioioioi es el equipo de Ramón”, sonó con estridencia en la noche marplatense. Barovero intervino poco pero con eficacia; el paraguayo Román no hizo ninguna macana; Bottinelli aportó en defensa y hasta se animó a desbordar cuando fue al ataque, Ponzio mantuvo su nivel de los últimos tiempos; Mauro Díaz jugó bien; vale decir que no hubo puntos flojos en este River que amanece.
Boca, en cambio, sigue medio dormido, como si Bianchi se hubiera despertado de la siesta, pero los jugadores no. El aspecto que más les debe preocupar a los boquenses es la incertidumbre sobre el nivel de Leandro Paredes. El 10 casi no tocó la pelota. No la pidió, no se hizo manija ni siquiera en los primeros 15 minutos, cuando a River le costaba cruzar la mitad de la cancha. Sólo una vez pudo intentar su mejor arma, el latigazo desde afuera del área, pero la pelota rebotó en un defensor. Sólo una vez logró meter un pase en profundidad, en una pelota que Barovero le tapó a Silva. Muy escaso como aporte de un jugador del que mucho se espera. Pol Fernández podría formar con él una buena sociedad, tal como lo hicieron en inferiores. Habrá que esperar la evolución, pero lo que se advierte es que no hay un reemplazante natural para Paredes. Chávez casi seguro que se va, Colazo es una opción y no hay mucho más. En el medio, Bianchi tiene a Ledesma, Pol Fernández, Somoza, Erbes, Rodríguez, Colazo y Erviti. Ocho para cuatro puestos. Nada está claro y el Superclásico no dio pistas, naturalmente. Lo que sí parece seguro es que el Burrito Martínez y Silva van a tener tiempo para aceitar su funcionamiento de dupla ofensiva, relegando a Acosta-Viatri. Las distancias entre los cuatro nombrados y Guillermo, Palermo, Tévez, Delgado son grandes, pero no tantas como las que separan a aquel Riquelme de Bianchi de este Paredes que aparece.
Como sea, esto recién empieza y el entrenador había abierto todos los paraguas antes del partido, declarando que sólo le importaba que no hubiera lesionados. No hubo que lamentar lesiones; pero el golpe de una caída contra River, así se trate de la copa de leche, les duele mucho a los verdaderos hinchas, por aquello de haber quedado “Mora 2”.
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