FúTBOL › CON UN GOL DE DAVID TREZEGUET SE ASEGURó LA VICTORIA SOBRE ESTUDIANTES Y LA VANGUARDIA
Desde que Díaz volvió a entrenarlo, entra a la cancha con confianza, seguro de lo que pretende y convencido de que los rivales van a cuidarse. No le juegan de igual a igual, y eso lo aprovecha el equipo de Núñez, como ayer en el Monumental.
Ramón Díaz fue nuevamente el centro. Volvía a dirigir en el Monumental después de casi once años y el hecho le agregó un condimento más al enfrentamiento con Estudiantes de La Plata. La última vez había sido el 12 de mayo de 2002, en un partido en el que River goleó a Argentinos Juniors y se consagró campeón del Clausura. Y la gente ayer reventó el Monumental con la esperanza de una goleada contra un rival que llegaba a los tumbos, como para que la chapa de candidato al título del torneo Final quedara a la vista de todo el mundo. Los hinchas de River le creen a Díaz, lo quieren, lo idolatran, desde el momento en que asumió sus funciones en esta nueva etapa sueñan con el título que ayude a borrar la pesadilla de la B. Los antecedentes pesan mucho: cinco títulos locales, una Copa Libertadores, una Copa Sudamericana. ¿Qué otro director técnico le dio tanto al club? Los jugadores también le creen. Y mucho más cuando se empiezan a dar resultados que presagian tiempos de gloria. Los vientos a favor que empezaron a soplar en los torneos veraniegos no amainaron en el campeonato local. Tres puntos contra Belgrano en Córdoba. Tres puntos más en el Monumental contra Estudiantes. Puntaje ideal para ubicarse en la punta de la tabla, junto con Lanús, y para elevar otro poco la autoestima. Ya se sabe de la importancia que reviste un buen arranque en un torneo y el River de Ramón pisa con el pie derecho.
Nada queda de aquel morochito flaquito que debutó en Primera en agosto del ’78, nada queda de aquel muchacho tímido y retraído que pese a haberse consagrado campeón mundial juvenil en el ’79 era sacudido por sus compañeros de la Selección mayor que se preparaban para el Mundial del ’82. Este cronista recuerda un partido de aquellos tiempos, un amistoso de la Selección en Comodoro Rivadavia, una especie de entrenamiento con público. Daniel Passarella y Américo Gallego se pasaron todo el partido pinchándolo, azuzándolo, casi torturándolo. “Para que no se duerma”, se justificaban los lugartenientes de César Luis Menotti. El Peladito no se durmió. Se fue haciendo grande en Europa, empezó a aprender todos los secretos del oficio y se convirtió en uno de los entrenadores más cotizados del fútbol local. Fue campeón en San Lorenzo, alternó buenas y malas en Independiente, pero está hecho a la medida de River. Lo interpretó bien Passarella. Y fue el que no se durmió cuando decidió su contratación, a pesar de las diferencias que se fueron ensanchando con el paso de los años. Políticamente no le quedaba otra. Y Ramón llegó en esta nueva sintiéndose ganador, imprescindible, pero sin hacer demasiada bandera, al menos en las declaraciones públicas. “Tenemos que mejorar”, dice. “Vamos por el buen camino”, remarca sin soberbia. De vez en cuando tira alguna picardía, alguna frase que sabe que va a impactar en los primos boquenses, pero nada más.
Claro que el rendimiento del equipo, más allá de los puntos obtenidos, no deja margen para pasarse de rosca con los elogios y los pronósticos venturosos. River está lejos de ser un gran equipo, pero hay que anotarle a su favor que entra a la cancha con confianza, seguro de lo que pretende y convencido de que los rivales van a cuidarse mucho de su potencial ofensivo. No se le animan, no le juegan de igual a igual y eso lo sabe el Pelado y se lo transmite muy bien a los jugadores.
Estudiantes mostró en el primer tiempo de ayer una de sus peores caras. Tímido, inseguro, temeroso de lo que pudiera hacer su rival. Y tanto fue así que el gol de Trezeguet llegó como consecuencia casi natural del dominio que ejercía River sobre la pelota y el terreno. Le soplan buenos vientos a River, y por eso esa pelota que enganchó imperfectamente Trezeguet dio el pique necesario para hacerse incontenible para Silva. El delantero se animó a darle de aire a esa pelota que le había cruzado Rojas, pero no como quería. Sin embargo, se volvió envenenada y fue gol que valió tres puntos. Tal vez en una circunstancia similar Funes Mori la habría mandado a las tribunas. Pero Funes Mori no juega y a la cancha entra Trezeguet, que no interviene mucho, pero casi siempre hace lo justo, aun cuando no patea del todo bien.
Díaz también terminó siendo el protagonista de esta crónica. Tal vez porque el partido fue muy pobre.
Estadio: River.
Arbitro: Diego Abal.
Goles: 31m., Trezeguet (R).
Cambios: 45m, González Pires (5) por Román (R); 60m, Auzqui (5) por Jara (E); 74m, Iturbe por Lanzini (R); 76m, Carrillo por Zapata (E); 81m, Funes Mori por Trezeguet (R); 86m, R.Martínez por G.Fernández (E).
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