CONTRATAPA › OPINIóN
› Por Juan José Panno
Fue en un restaurante de Puerto Madero. Jorge Valdano quería darle su nuevo libro a Juan Sasturain y, como corresponde a la argentinidad, el asunto se concretó con un bife de chorizo en el medio. Parodi, un amigo de Valdano y tres, tres periodistas: Ariel Scher, Ezequiel Fernández Moores y yo, oficiamos de extras. Menudo privilegio.
Valdano agradeció más de una vez lo de “juego infinito” que lleva como título su flamante obra. En la introducción del libro lo explica, con lujoso regodeo de detalles: “Lo robé con todo el derecho que me da la admiración que le tengo. Un homenaje si lo prefieren. La primera vez que lo oí fue en un estupendo documental sobre la final de la entonces llamada Copa Intercontinental entre Boca y Bayern Munich, en Japón. Juan acompañó a su querido Boca con una cámara cruzó medio mundo, recabó opiniones, hurgó en la cultura japonesa en los contrastes entre lo alemán y lo argentino cuando la pelota gira, en los desvelos de los hinchas. Boca perdió y en circunstancias así el viaje de regreso es una condena. El documental termina una semana más tarde cuando Juan sube la escalera de la Bombonera con el rugido de la afición de fondo para ver un partido más de Boca. Fue entonces cuando dijo la feliz frase “el fútbol es infinito”, que resultó entre resignada y esperanzada por el futuro. Juan es un intelectual que abraza lo popular con ideas que siempre miran un poco más lejos”.
En el almuerzo, naturalmente, se habló de los desquicios de la AFA y de la política nacional, de los que mienten que sí se puede y de los vaivenes de Podemos, de Bauza y de Diego, de Bilardo y del Flaco Menotti, de las locuras de Bielsa y el hastió d e Martino, de las anécdotas del Mundial de México, de Fontanarrosa, de Messi, de Di Stéfano, de la literatura futbolera y de los amigos comunes. O sea, de todo.
Me quedaron como bonus de un gran día el libro de Valdano y El versero Cien poemas (1976-2016) de Sasturain. Unos días después leyendo alternativamente, me di cuenta que los tipos seguían tirando paredes a la distancia.
“El fútbol sigue manteniendo un punto de romanticismo que resulta imprescindible para su capacidad de fascinación. Pero ¿qué grado de tolerancia tiene el negocio con el romanticismo: la globalización ha respondido hace tiempo: ninguna. Y eso vale para los campeonatos locales y los interncionales”, escribe Valdano. Y devuelve Sasturain con un poema titulado Hallazgo del empresaurio: “Este gran saurio/ bestia sin rivales/ depredador feliz que se comía paritarias y subsidios no cumplía/con las leyes de Dios ni la sociales”.
Dice Valdano en su libro. “Maradona ha estado con puntualidad napoleónica donde debía estar Solo si se dan condiciones muy especiales puede uno pasar de crack de fútbol a rey popular. En México, Diego dio ese salto para todos los argentinos. Si después del Mundial hubiera vuelto al país montado en un caballo blanco lo habrían confundido con el general San Martin. Y responde Sasturain con otro poema genial: “No fue capricho de un destino ciego/ que a algunos sí y a otros no perdona/ que no naciste inglés, chileno o griego sino hijo del caño y la rabona. Amo el potrero/ ese jardín sin riego/ donde fuiste posible, Maradona”.
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