CONTRATAPA › OPINION
› Por Daniel Guiñazú
Seguramente no era el larguísimo moreno estadounidense Paul Williams el rival más indicado para afirmar la campaña de Walter Matthysse en los EE.UU. Pero Oscar de la Hoya, el promotor del noqueador argentino, quería verlo en una pelea decisiva, ante un rival muy exigente. Y por eso lo mandó contra Williams, un invicto en 29 combates, con 21 victorias antes de límite. Le fue mal a Matthysse. Perdió por nocaut técnico al minuto y 56 segundos del 10º round. Pero su reputación no sufrió mella alguna, por más que haya dado el primer paso atrás de su carrera.
Sobre el ring de Carson City, en California, Matthysse –que de sus 25 peleas anteriores había ganado 24 por la vía rápida, y que estaba clasificado segundo en el ranking de los welters de la OMB– ratificó su condición de peleador comercial, espectacular y guapo, aunque muy limitado en lo técnico. Frente a un adversario que manejó la distancia con su mayor altura y sus brazos más largos, el santafesino radicado en Chubut se jugó el pellejo para hacerle sentir el rigor de sus puños. Y lo consiguió. Varias veces, sobre todo en los seis primeros asaltos, la derecha cruzada de Matthysse (66,354 kg) estalló como una bomba contra la mandíbula de Williams (65,911 kg), y su gancho de ambas manos se hundió en el hígado del estadounidense. Pero, a diferencia de sus contrincantes anteriores, Williams no se derrumbó. Tambaleó, con gestos ostensibles de haber acusado los puñetazos, aunque se quedó ahí, resistiendo y dando pelea, como siempre.
Ese fue el problema más serio de Matthysse. Por primera vez en su carrera le aguantaron la mano. Y en la pelea larga se le vieron los defectos de fábrica. Su desprecio por la defensa, su carencia de cintura para quitarse de encima la derecha recta de Williams, la ausencia de golpes de apertura (sólo lanzó tres jabs). Matthysse jugó todas sus fichas a conectar una derecha voleada y a que Williams se fuese a la lona. Cuando esas fichas se acabaron, la fatiga acumulada, los golpes recibidos por demás y el buen boxeo de Williams lo condujeron a una derrota categórica. La esperanza sigue en pie. Pero habrá que trabajar muy duro en el gimnasio para que Matthysse deje de ser lo que es (un vulgar aporreador) y se transforme en lo que debe ser: un boxeador con chances de llegar alguna vez a ser campeón del mundo.
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