CONTRATAPA › CAIDOS LOS REINADOS DE NALBANDIAN, CAÑAS Y GAUDIO, ES TIEMPO DE...
Lo coronaron los ex emperadores del tenis Guillermo Vilas y Gabriela Sabatini. El tandilense, ganador del ATP de Buenos Aires, se perfila para un año de despegue en el tenis profesional.
› Por Hernan Matz
“No te desconcentres. Ni se te ocurra mirar los diarios”, le advirtió Luis Lobo a su pupilo Juan Mónaco. Es que, allá por 2004, un pibe de 20 años se clasificaba a los cuartos de final del Abierto de Buenos Aires. Pero la idea de que su muchacho no se distrajera se topó con la curiosidad de un chofer cuando llevaba al jugador al Lawn Tennis. “¿Vos sos el pibe que salió hoy en la tapa del diario?”, le preguntó ante la mirada de desconcierto del tandilense. Esta vez Mónaco sabe de qué se trata. Su foto volverá a poblar las tapas, como en aquella oportunidad. Pero con una diferencia: entre sus brazos tendrá un trofeo, producto de su primer título tras el cómodo triunfo 6-1, 6-2 ante el italiano Alessio Di Mauro en la final del torneo ATP de Buenos Aires.
Arrodillado en el polvo de ladrillo. El mismo que fue testigo de las grandes consagraciones del tenis argentinos. Ahora los aplausos tenían otro dueño: Mónaco acababa de ganar el primer torneo de ATP de su carrera tras aplastar a un jugador de otra jerarquía. Después fue turno de la entrega de premios, con Guillermo Vilas y Gabriela Sabatini. Llegaron los abrazos y las lágrimas. “Fue mi mejor semana. Venía jugando bien y hasta se me podría haber dado en las semanas previas. Por suerte se dio en mi país, en Buenos Aires. Se me completó el sueño”, reconoció el tandilense.
No fue una edición más esta séptima consecutiva del Abierto de Buenos Aires. Las controversias con el sistema round-robin, la prematura eliminación de los favoritos y la cortina de silbidos con la que fue despedido Gastón Gaudio. Por lo bajo venía Mónaco. Lejos de los favoritos, pero con un juego sólido como principal argumento. Y llegó la hora de bajar candidatos. Carlos Moyá fue el primero de la lista, y detrás cayeron el peruano Luis Horna (verdugo de Nalbandian y Cañas) y el español Nicolás Almagro. La final fue casi un trámite, una nueva oportunidad para mostrar un poco más de su mejor repertorio. “Por ahí, en los papeles, era el favorito, pero una final es una final. Para ganar un torneo tenés que derrotar a todos. Quizás el partido ante Moyá fue el más complicado de todos porque era el campeón defensor”, remarcó el tandilense.
Algunos de los representantes de la Legión transitan por la cuerda floja. Hoy es el turno de Mónaco. El argentino se siente cada día más cómodo con su juego. Parte de ese mérito está en el trabajo que viene realizando desde 2006 junto a su entrenador Francisco Mastelli. “Pancho es muy importante para mi carrera. Llegó en el momento ideal y logró que vuelva a confiar. No tenía identidad, estaba perdido dentro de la cancha y él me llevó a creer en mí”, contó el argentino.
Atrás quedaron los deseos de poder dedicarse al fútbol. Independiente de Tandil fue testigo de su vertiginoso ascenso y Mariano Zabaleta, uno de sus consejeros para dispararlo al circuito. Hoy es un jugador consolidado. Su actuación le permitió compensar los puntos que perderá desde mañana por las semifinales alcanzadas en 2006 en Costa do Sauipe. El ranking de la ATP lo tendrá dentro de los 60 mejores tenistas del mundo. ¿Hasta dónde puede llegar Mónaco? “No me quiero conformar. Estoy lejos de mi techo. Ahora en lo que pienso es en seguir jugando así. Que el ranking me lo ponga mi tenis”, sostuvo el tandilense. Su próxima escala será Acapulco y el fanático de Estudiantes no se conforma. “Espero llevar este nivel a Acapulco y, por qué no, a los torneos sobre cemento. Pero este título es como el de Estudiantes. No me lo quita nadie”, señaló Mónaco.
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