Lun 27.04.2009
libero

CONTRATAPA › SIGUE LA LLUVIA DE RECORD MUNDIALES EN LA NATACIóN

Las mallas y algo más...

El francés Bernard bajó el jueves los 47 segundos en los 100m libre y su compatriota Bousquet hizo lo propio ayer con los 21 segundos en los 50m libre. Lo curioso es que se habla más de los trajes de baño que usan que del talento y esfuerzo de los nadadores.

› Por Osvaldo Arsenio *

El francés Alain Bernard acaba de entrar en la historia tras quebrar la barrera de los 47 segundos en los 100m libre. Bernard es un nadador de extraordinaria fuerza, la que podemos imaginar tras su exuberante musculatura. Si bien su técnica mejoró algo en los últimos años, su principal fórmula de avance es su poderío físico. Ayer, el también francés Frédéric Bousquet también encontró su lugar en la historia al bajar los 21 segundos en los 50m libres.

Ante esta lluvia de records mundiales en la natación muchas personas, entendidas o no en el tema, intentan persistentemente imponer la moda o la teoría, no comprobable científicamente, de adjudicar propiedades extraordinarias, casi “mágicas”, a ciertas mallas de competencia. Se ha llegado a afirmar de manera casi absurda que usando estas vestimentas, un nadador flota más y que puede mejorar hasta un 5 por ciento de su mejor marca.

En cuanto a la flotación, se ha comprobado en estudios de laboratorio, realizados en Lausanne, que ninguna de las mallas del mercado permanece a flote si se le adosan sólo 100 gramos, es decir el equivalente a un Newton, lo cual hace poco probable que mantengan a flote a alguien de alrededor de 100 kilos. Por otra parte, hay estilos como pecho y mariposa en los que por sus características un incremento de la flotación no sería decisivo.

Ahora bien, haciendo un poco de historia vemos que para mejorar el 5% de la marca mundial en los 100 libre, pasaron nada menos que 32 años desde que el norteamericano Jim Montgomery lograra 49s99/100 en Montreal ’76, hasta que el francés Alain Bernard y el australiano Eamon Sullivan bajaran de 47s24/100 a 47s05/100, en una apasionante seguidilla de records en Beijing 2008.

En ese período no sólo mejoraron las mallas de los nadadores (que, ciertamente, por su diseño y composición reducen la fricción, sobre todo por la compresión de los grandes grupos musculares) sino que también, y al mismo tiempo, lo hicieron los programas de entrenamiento, el apoyo científico multidisciplinario, el diseño de las piscinas, el tratamiento del agua y, por supuesto, las recompensas económicas que reciben los nadadores. Sería imposible evaluar qué porcentaje de mejora corresponde a cada uno de los rubros antes mencionados.

En el medio local y sudamericano también se tejen todo tipo de teorías, en muchos casos algo fantasiosas. Mallas de 400 a 1000 dólares, es decir, 20 veces más caras que las normales, nos pueden impulsar a pensar en prestaciones equivalentes. Vender el producto, aun a niños, parece ser el objetivo final.

Estas tendencias entrañan, a mi juicio, el riesgo de una desvalorización del talento y esfuerzo diario de nadadores y entrenadores y su reemplazo, sin respaldo científico a la vista, por las virtudes de una vestimenta deportiva. Esto es especialmente nocivo en las categorías infantiles y juveniles, en donde deportistas, padres y técnicos deberían enfocar sus esfuerzos en las mejoras técnicas, fisiológicas y hasta de comportamiento ético, imprescindibles en su edad para bajar los varios segundos que pueden separar a un principiante de la elite mundial, antes que acudir a soluciones supuestamente mágicas que quizá sólo puedan ser útiles para “limar” algunas centésimas de segundo en una final olímpica.

A ningún deporte profesional se le ocurriría postergar en el marketing a sus estrellas por un nuevo diseño de raqueta, una garrocha más flexible o un balón más pesado o más liviano. Lo que también muchos parecen olvidar es que la máxima figura de la natación mundial, el norteamericano Michael Phelps, no usó para sus hazañas de Beijing la malla en cuestión. Tampoco lo hicieron otros grandes como el japonés Kitajima y el coreano Park.

Más allá de toda fantasía, la Federación Internacional de Natación volvió a regular en sus reglamentos la utilización de las mallas de competencia, con algunas restricciones que, sin entorpecer el avance tecnológico, mantienen el acento en lo más trascendente: el nadador, su esfuerzo y su talento.

* Director Nacional de Deportes y presidente de la Comisión Técnica de la FINA.

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