CONTRATAPA › TRAS VARIOS INTENTOS FALLIDOS, LOGRó EL CAMPEONATO MUNDIAL DE LOS MINIMOSCAS
El boxeador marplatense, quien alterna su actividad deportiva con el trabajo de barrendero en las plazas de su ciudad, se consagró campeón de los minimoscas en la Federación al vencer por puntos al colombiano Támara.
› Por Daniel Guiñazú
Acaso ningún boxeador argentino a lo largo de la historia haya tenido tantas ganas de ser campeón del mundo como Luis Alberto Lazarte. El pequeño peleador marplatense fatigó tres categorías: mínimo, minimosca y mosca, e hizo seis intentos con tal de alzarse alguna vez con un título. La insistencia tuvo su premio casi en el final de la ruta. Y a los 39 años y luego de cinco desafíos frustrados, algunos de mala manera, llegó a la meta. En la madrugada del domingo, y ante 3500 personas que le dieron un ruidoso apoyo en el gimnasio del Club Once Unidos de Mar del Plata, Lazarte se consagró campeón mundial minimosca en la versión de la Federación Internacional al vencer por puntos en fallo dividido al colombiano Carlos Támara, cerrando una semana inolvidable para el deporte marplatense que el martes había vivido otra celebración: el título de la Liga Nacional de Básquet alcanzado por Peñarol.
“Ya soy campeón del mundo y ahora no me importa perder el título en la primera defensa. Me debía ser campeón, pasé a la historia y es lo único que me interesa”, declaró Lazarte a voz en cuello a todo el estadio tras su victoria. A su alrededor lloraban a mares su esposa, sus cuatro hijos y su madre. Y era entendible ese desborde emocional. Desde 1999, cuando el colombiano Kermín Guardia lo venció en Mar del Plata por el título mínimo de la OMB, Lazarte quería ser campeón del mundo. Cinco veces lo había intentado. Y en todas había fracasado, en tres de ellas peleando en el país. Para la cátedra, después de su derrota de 2008 ante el mexicano Daniel Reyes en Caseros, Lazarte estaba terminado. Pero el marplatense insistió porque el título, para él y para su gente, era mucho más que un simple objetivo deportivo. Era casi un objetivo de vida. Y Lazarte peleó en consecuencia, a todo o nada. Quizá por eso ganó.
Con tal de llegar a ser campeón, Lazarte (48,500 kg) hizo de todo, lo bueno y lo malo. Pegó con sus puños. Pero también con los codos y la cabeza (antes del primer minuto se zambulló y con un frentazo le partió el entrecejo al atribulado boxeador colombiano). Su estrategia fue clara desde el arranque: llevárselo por delante a Támara (48,950 kg), no dejarlo pensar y friccionarle las acciones en la corta distancia. Y Lazarte la cumplió con dedicación absoluta y más allá de los dictados de la técnica pugilística, convencido de que ésa y no otra era la vía que debía recorrer para alcanzar el triunfo. El marplatense le puso todo a la pelea: cuerpo, corazón y alma. Támara no puede afirmar lo mismo.
El colombiano le llevaba 10 centímetros de ventaja en la talla. Y era doce años más joven (27 años contra 39 de Lazarte). Pero nunca pudo hacer valer esas diferencias. Sólo en el 3º y el 6º round lo mantuvo a raya a Lazarte con su izquierda extendida en jab. Antes y después se dejó arrebatar siempre, y nunca se atrevió a hacer valer su mayor estatura y su mejor boxeo. Támara fue el mismo pugilista que hace poco más de dos años perdió por un campo en Puerto Madryn ante Omar Narváez por la corona mosca de la OMB. Frío e inexpresivo, sin esa convicción de victoria que a Lazarte se le escapó por cada uno de sus poros y que a la hora del veredicto le reconocieron dos jurados, la estadounidense Valerie Dorsett por 115/113 y el puertorriqueño Roberto Ramírez por 116/112. Otro puertorriqueño, Samuel Conde, arribó a un 115/113 para Támara, divorciado de lo que verdaderamente sucedió en el ring. Para Líbero no hubo dudas: Lazarte ganó por un claro 118/111.
Después de su noche más gloriosa, a sus 39 años y con un record de 47 triunfos (sólo 18 antes del límite), 9 derrotas y un empate, Lazarte sabe que deberá multiplicar su esfuerzo para seguir siendo campeón del mundo. Su vida no es fácil y ha llegado hasta aquí sumándole sacrificio al sacrificio. De hecho no vive del boxeo: Lazarte es barrendero de las plazas céntricas de Mar del Plata, luego de haber sido durante 11 años recolector de residuos, y sin el apoyo económico y logístico del gremio de los Camioneros (Hugo Moyano, su secretario general, figuró primero a la hora de los agradecimientos) habría dejado la actividad hace rato. No tiene mucho sentido, entonces, proyectar a futuro una carrera que es puro presente. Lo único cierto es que, a la edad en la que tantos viven del recuerdo, Luis Alberto Lazarte abrazó su sueño de toda la vida: figurar en la historia del boxeo argentino como el 35º campeón mundial. Eso era lo que quería. Y eso es lo que consiguió. Después... ¿qué importa el después?
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