CONTRATAPA › OTRA MIRADA A LA INSóLITA “ATAJADA” DE LUIS SUáREZ EN EL MUNDIAL DE SUDáFRICA
› Por César R. Torres *
Hace unos pocos días, el destacado escritor uruguayo Eduardo Galeano nos deleitó, una vez más, en las páginas de este periódico con una de sus perspicaces reflexiones futbolísticas. La nota titulada “El reino mágico” reseña lo que Galeano califica como episodios insólitos de la Copa del Mundo recientemente finalizada para confirmar “que el fútbol es un reino mágico, donde todo puede ocurrir”. Según Galeano, ésta fue una Copa del Mundo insólita.
Dada su trayectoria, no sorprende que en su reseña Galeano haga mención a temas relacionados con la Justicia, tanto dentro como fuera del campo de juego. Por ejemplo, desaprueba la costumbre de la FIFA de imponer y no proponer, como en el caso de la controvertida Jabulani. Asimismo, aprueba que la FIFA haya finalmente reconocido la necesidad de revisar el papel de las tecnologías modernas en el arbitraje y encomia, en virtud del triunfo español, “que a veces, en el reino mágico del fútbol, la justicia existe”.
Por el contrario, sí sorprende la caracterización que Galeano hace de la decisiva jugada de su compatriota Luis Suárez en el partido con Ghana. Como se recordará, el delantero detuvo la Jabulani con sus dos manos sobre la línea de meta otorgándole a su equipo una oportunidad para clasificarse a la siguiente fase del torneo, la cual terminó siendo provechosa. Para Galeano “fue la mejor atajada del torneo”. El tono aprobatorio contradice tanto su continua defensa del buen juego como su continua condena a la trampa y otras acciones condenables típicamente racionalizadas con la noción de que el fin justifica los medios.
Suárez no hizo trampa. Aunque el delantero transgredió intencionalmente las reglas futbolísticas para obtener una ventaja que no hubiese obtenido de otro modo, su accionar no fue subrepticio. Al ser manifiesta en lugar de encubierta, la jugada cumplió su propósito con la sanción del penal, aun a costa de la expulsión de Suárez. Sin embargo, que la jugada no se encuadre como un caso de trampa no significa que sea aceptable. Por un lado, Suárez le negó al equipo contrario una ventaja obtenida legítimamente transgrediendo intencionalmente las reglas futbolísticas. Por el otro, desconoció la lógica constitutiva del fútbol en pos del resultado favorable. La habilidad que implementó para detener lo que presumiblemente hubiera sido un gol ghanés es ajena al repertorio lúdico de delanteros habilidosos.
Se podría argumentar que la “atajada” de Suárez no es injusta porque en el fútbol impera un ethos (un sistema informal tácito para interpretar el reglamento) que acepta dichas transgresiones. El mismo Galeano da indicios de la precariedad de este argumento al denominar la jugada de Suárez como “insólita”. Es decir, Suárez se comportó de modo inhabitual. Más allá de la prevalencia de este ethos permisivo, que dada la controversia del caso no parece gozar de mayor extensión en la comunidad futbolística mundial, es válido preguntarse sobre su legitimidad. La mera prevalencia de un ethos no lo convierte en aceptable. ¿Por qué claudicar ante un ethos que desconoce el reglamento? Un ethos aceptable es aquel que promueve las habilidades propias del fútbol y las virtudes que la posibilitan. Quienes defienden la jugada de Suárez como parte de un supuesto ethos dominante deben responder si la misma promueve esas habilidades y virtudes.
Otro argumento posible a favor de la “atajada” de Suárez propone que en la medida en que se acepta la sanción correspondiente a la transgresión al reglamento, la misma es inobjetable. Este argumento considera a las sanciones estipuladas en el reglamento como el “precio a pagar” para favorecerse mediante su transgresión. Esta interpretación del reglamento es problemática ya que desconoce su propósito primario. El reglamento establece la estructura del deporte y las condiciones en que debe desarrollarse. Además, al proscribir ciertas acciones, protege y alienta aquellas que prescribe y que, al constituir al fútbol, le proveen su carácter y dinámica peculiares. Las sanciones estipuladas en el reglamento deben ser entendidas como represalias a acciones prohibidas, contrarias tanto a la estructura del fútbol y sus condiciones de desarrollo como a su peculiaridad. Transformar una acción prohibida en el “precio a pagar” para aumentar las posibilidades competitivas propias implica negar dicha estructura, condiciones y peculiaridad. ¿Para qué aceptar el reglamento si después se lo ignorará?
Finalmente se podría argumentar que la “atajada” de Suárez fue instintiva. Este argumento determinista contradice la atribución de responsabilidad que los futbolistas, y quienes aprecian el fútbol, hacen cotidianamente sobre su accionar en el campo de juego. Si es posible elegir uno u otro movimiento para avanzar, anotar un gol o marcar a un rival, probablemente también sea posible elegir “atajar” o no en la situación de Suárez. El mismo delantero dio indicios de su elección al declarar: “Creo que tenía el cuerpo del lado de adentro y fue por eso que no pude sacarla de cabeza, porque si no, capaz que (el árbitro) nos cobraba el gol”. Volición no parece haber faltado.
La “atajada” de Suárez, o jugadas similares, no debe ser elogiada ni consentida. Hacerlo implica desconocer o contradecir el sentido de justicia y del buen juego que Galeano, como tanto otros, alienta y resalta. En la nota, gozoso del rendimiento del equipo uruguayo en Sudáfrica, Galeano destaca que éste “jugó dignamente, sin rendirse nunca, y llegó a ser uno de los mejores”. La “atajada” de Suárez fue una excepción en ese distinguido rendimiento. De cualquier manera, una evaluación justa y consistente requiere celebrar los méritos uruguayos y reconocer la inconveniencia de aquélla. Así toma pleno sentido “el derecho a festejar los méritos propios” del que habla Galeano y se contribuye a que el reino mágico del fútbol sea más justo.
* Doctor en filosofía e historia del deporte. Docente en la Universidad del estado de Nueva York (Brockport).
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