CONTRATAPA › OPINIóN
› Por Diego Bonadeo
Aunque parezca otra cosa, la hipocresía de la dirigencia del rugby, en especial la de aquellos que viven del saquito azul, el escudito bordado en el bolsillo superior izquierdo y la corbata identificatoria con algo vinculado con el juego, no es de estos tiempos.
Pero, lamentablemente, muchas veces son ellos quienes deciden, sin que siempre se trate de personajes que hayan tenido demasiado que ver con el tan pregonado y tantas veces malversado “espíritu del rugby”.
En más de una oportunidad son periféricos que se arriman para presumir “status”, inclusive como sucedió más de una vez, dirigentes de otros deportes que deciden sin tener la menor idea de qué se trata éste.
Décadas atrás, petimetres figurones desde los sillones de la entonces Unión Argentina de Rugby se vanagloriaban de intercambios rugbísticos con seleccionados integrados por jugadores profesionales, mientras prohibían que jugadores argentinos rentados que actuaban en el exterior fuesen convocados al seleccionado nacional. Ahora no es distinto: petimetres de similar calaña deciden que rugbiers becados no jueguen por sus clubes en los torneos locales.
El caretaje sigue sin entender, como entonces sucedía, que el rugby es de los que juegan, no de los que lo usan.
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