CONTRATAPA › ANOTó SU SéPTIMO TANTO EN CINCO VISITAS A MADRID
El rosarino dejó su sello en la primera final de la Supercopa española, entre el Real Madrid y el Barcelona. El miércoles podría levantar un nuevo trofeo.
› Por Sebastián Fest
Desde Madrid
Leo Messi no está, hasta que aparece. Las “ausencias” del rosarino son uno de los engaños más redituables del fútbol mundial, tal como comprobó el Real Madrid: cada vez que se piensa que el partido le es ajeno, el 10 del Barcelona emerge para romper los esquemas.
El 2-2 en el templo blanco del Santiago Bernabeu, que pone el título de la Supercopa de España al alcance de los azulgrana, no hubiera sido posible sin el golazo de David Villa para empatar, pero tampoco sin la oportunísima aparición de Messi.
El gol del argentino a los 45 dejó aturdido a un rival claramente superior que se encontró, un par de minutos más tarde, preguntándose en el vestuario en el entretiempo cómo era posible que estuviese derrotado 2-1. En el complemento llegaría Xabi Alonso para emparejar el marcador.
Y eso que no era sencilla la noche de Messi en Madrid. Primero, porque llegó al primer partido oficial de la temporada –o penúltimo de la anterior, porque también se lo puede ver así– con apenas seis días de entrenamiento junto a sus compañeros, aunque en una gran forma física. Y segundo, porque Xavi, su socio-abastecedor, fue preservado por problemas físicos y no salió como titular.
Así, en la misma noche en que el Barcelona confirmaba la casi eterna consagración de Cesc Fábregas, debutaba en un superclásico el joven Thiago Alcántara, joya de la cantera del Barça y, junto con el ex Arsenal, el otro hombre con pretensiones a ese puesto del que es dueño Xavi. Pero Thiago no es Xavi o, al menos, aún no está listo para un desafío mayor. Eso lo notó el equipo, y sobre todo Messi, que vio menos pelotas que agua en el desierto.
El Real Madrid ofrecía una intensidad y hambre de juego que su rival no mostraba. Con problemas en la defensa y sin creación en el mediocampo era lógico que el Barça fuera perdiendo tras la jugada de Karim Benzema transformada en gol por Mesut Özil.
Pero entonces llegó el golazo de Villa, y un rato más tarde Sami Khedira fue atropellado hacia la pelota para involuntariamente acercarlo al botín verde fluorescente de Messi. Todo sucedió rapidísimo: se sacó de encima a un Pepe que resbaló y se hizo el espacio para que Khedira no llegara a cerrar, ni Iker Casillas a evitar que el zurdazo le moviera las redes.
Sin Xavi, que ingresaría en el minuto 57 en lugar de Thiago, ni Piqué –que también entró en el segundo tiempo–, ni Pedro, el Barcelona lograba un gran resultado en Madrid.
El Real Madrid, que inició el partido con la misma formación que cayó 5-0 en el Camp Nou en noviembre de 2011, se fue con menos de lo que merecía. Ni el ímpetu de José Mourinho apurando el juego al atrapar un balón en la banda para darle un pase a uno de los suyos, cual Diego Maradona en el último mundial, ni la dura falta de Marcelo sobre Messi en el inicio del segundo tiempo –una advertencia– cambiaron la historia.
Messi, que fallaría un tiro libre desde la derecha –nada que ver con aquel que envió a la parte alta de la tribuna ante Colombia en la Copa América–, se fue con una certeza: jugar ante el Real Madrid en el Bernabeu es una buena noticia para él, y mala para Casillas, que lo sufre una y otra vez.
Mientras Guardiola sigue sin perder ante el Madrid de Mourinho en el Bernabeu –con trece goles a favor y apenas cinco en contra–, su as de espadas suma ya seis goles en su historial en la Supercopa.
Si suma dos más, superará a Raúl como máximo goleador en la historia del torneo. No sería inusual que se diera, porque el antecedente de hace un año es el de un triplete “messiánico” en la vuelta ante el Sevilla en el Camp Nou.
Así, en la noche del miércoles, cosas muy extrañas tendrían que suceder para que un nuevo título no se incorpore a las vitrinas del mejor equipo del mundo.
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