CONTRATAPA › EL DOCUMENTAL NO BAJEN LOS BRAZOS REFLEJA EL COMPROMISO MILITANTE, DESDE EL PERONISMO DE LOS ’70 HASTA LA IZQUIERDA REVOLUCIONARIA QUE TENíAN AQUELLOS RUGBIERS.
› Por Gustavo Veiga
Si hay un espíritu del rugby, es el que profesaban los veinte jugadores desaparecidos del club La Plata. No sólo perdura en el tercer tiempo, en el acatamiento sin chistar al árbitro o en el respeto a las reglas y el rival. Es, también, el que deja la huella indeleble del compañerismo, la solidaridad con el más débil y, por qué no, el compromiso militante, desde el peronismo de los ’70 a la izquierda revolucionaria que tenían aquellos rugbiers.
Pasado y presente, camisetas amarillas desteñidas filmadas en Súper 8 o con publicidad de Fiat en imágenes que tomaron RAI Cinema y la productora italiana Nacne, se superponen a lo largo del documental No bajen los brazos. Pasado y presente conviven en el trabajo que toma el nombre de una frase, casi una arenga, que da el entrenador de La Plata Rugby, Mario Barandiaran a sus jugadores cuando están a punto de salir a la cancha. Ellos, casi 40 años después de los hechos, integran ese equipo que juega en el campeonato de la URBA. Tienen buenas expectativas de pelear arriba. Como sucede casi siempre en las últimas temporadas.
En la memoria colectiva del club quedaron Santiago Sánchez Viamonte, Otilio Pascua, Mariano Montequín, Pablo Balut, Rodolfo Axat, Hugo Lavalle y Jorge Moura, entre otros. La lista llega a veinte secuestrados, torturados y desaparecidos durante la dictadura del ’76. Pero ellos son algo más que un recuerdo, ese recuerdo en una película que sensibiliza hasta las tripas con los testimonios de sus familiares, amigos y compañeros de rugby. Un italiano, Marco Silvestri, la vino a filmar el año pasado. Investigó, entrevistó, consiguió materiales de archivo y el resultado fue un fresco de época. La semblanza de una tragedia donde el deporte y la política convivían en precaria armonía.
Dice con razón Barandiaran: “Lo bueno de estos chicos era que ese tipo de valores los transmitían dentro y fuera del club, como una forma de vida”. Estaban hechos de una sola pieza. No podían concebirlo de otra manera. Mario es hermano menor de Raúl Barandiaran, un ex jugador que vive evocando la memoria de sus amigos y ex compañeros de equipo.
Cuando la CNU asesinó a Hernán Roca en marzo del ’75 –el primero en caer en democracia y como preludio de lo que vendría–, su amigo Sánchez Viamonte redobló la apuesta en la militancia política. Se quedó en el país cuando pudo haberse ido. Pero terminó secuestrado en Mar del Plata con su compañera, Cecilia Eguía, Pascua y Balut.
No bajen los brazos viene a poner otro mojón en la memoria de los vivos para que repliquen las historias de aquellos jugadores, allá donde vayan.
En este caso replicaron en Italia, como antes había sido en Brasil, con otro documental, Atletas y dictadura. O con la miniserie argentina Deporte, desa- parecidos y dictadura, estrenada este año en el canal Encuentro. El Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos de Buenos Aires incluyó el film italiano en su edición que acaba de terminar. No pasó inadvertido. Los platenses presentes, que eran muchos en el cine Gaumont, se pusieron de acuerdo en que la película tiene que pasarse en La Plata. Y en eso están.
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