Lun 18.01.2016
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CONTRATAPA › LA HISTORIA DE UN PARTIDO PORTUGAL-ESPAñA DE 1938

La rebeldía no se puede retocar en una foto

Durante la Guerra Civil española, un diario adulteró una imagen para que cuatro futbolistas de la selección portuguesa aparecieran haciendo el saludo fascista. En verdad, se habían negado a realizarlo.

› Por Gustavo Veiga

La historia de una fotografía tomada el 30 de enero de 1938 es la historia de un acto de rebeldía contra el fascismo. Pero también es la historia de una adulteración. Cuatro jugadores de la Selección portuguesa de fútbol se negaron a saludar con el brazo extendido antes de jugar un partido contra España, la España de Franco reconocida por la FIFA en plena Guerra Civil. El hecho ocurrió en el estadio Las Salesias de Lisboa, hoy derruido y transformado en un basurero. Un diario deportivo de la época, Stadium, que se publicaba en el Portugal de otro dictador, Antonio Salazar, trucó la imagen e hizo aparecer a los futbolistas contestatarios como si fueran de la Falange. Al contrario, dos de ellos habían saludado con el puño cerrado en alto, uno se quedó quieto y el restante levantó el brazo derecho pero se arrepintió enseguida. Todos terminaron detenidos por la policía política del régimen portugués, fueron liberados al poco tiempo y la foto retocada se descubriría muchos años más tarde.

Artur Quaresma, uno de los protagonistas de la historia, contó en una entrevista que le hizo el periódico Record en 2004 porque se negó a realizar el saludo fascista: “Tenía muchos amigos comunistas y opositores, pero fue algo natural, no premeditado”. El tío abuelo de Ricardo Quaresma, actual delantero del Besiktas turco, compartió ese gesto de valentía con dos compañeros de su club, el Os Belenenses, que levantaron desafiantes el puño izquierdo cerrado: Mariano Rodrigues Amaro y José Ribeiro Simoes. El arquero Joao Mendonça Azevedo se les sumó a la protesta.

La fotografía que prueba cómo se adulteró el gesto de los cuatro portugueses salió publicada el 2 de febrero del 38. Ese día, la aviación de Mussolini bombardeó por enésima vez Barcelona, la transitoria capital de la República que resistía a los fascistas en pleno avance por España. También ese día, Franco formaba en Burgos su primer gobierno. Al otro lado de la frontera, Salazar mantenía aislado a Portugal desde 1932. Su régimen se extendería hasta 1968. Como el dictador español (1939-1975), gobernaría por espacio de casi 36 años.

Aquel juego fue retratado por el diario catalán Mundo Deportivo que simpatizaba con el gobierno de la República Española: “Segundo partido y segunda derrota para los rebeldes” tituló y en la bajada informaba que “la selección facciosa fue batida por Portugal por 1 a 0”. Había sido ése, el encuentro en que los cuatro jugadores portugueses se negaron a hacer el saludo fascista, la revancha de uno anterior disputado en Vigo, en noviembre de 1937. El diario El Faro, de la ciudad gallega, lo había anunciado como “el primer partido de la España liberada”. Estaba con Franco, era más que evidente.

En el estadio Balaídos, donde hoy juega de local el club Celta, las milicias carlistas de los Requetés y la Falange, se pasearon orgullosas antes del amistoso internacional. El primero después de 25 partidos en el historial que Portugal le ganaría a España. En ausencia del caudillo, ese día estuvo en la cancha el general Carmona como su representante. Un artículo del diario deportivo Marca que escribió el periodista Miguel Angel Lara el 7 de noviembre de 2012, cuenta en detalle la historia de estos dos enfrentamientos que nunca fueron reconocidos como oficiales para las estadísticas. Se titula: “España-Portugal, el partido que quiso Franco y que acabó en ‘rebelión’”.

Lara describe que la orden del dictador fue “dar apoyo total para que se jugara ese partido, que se veía como una maniobra política de primer nivel. El 16 de noviembre se cerró la fecha, que sería el 28 de ese mes, y los colores de los equipos: España jugaría con camiseta azul claro y pantalón azul oscuro y Portugal con casaca blanca y pantalón azul. El rojo se había eliminado del vocabulario de los dos hasta el punto de que en Portugal se dejó de llamar al Benfica equipo ‘vermelho’ (rojo) para bautizarle como el ‘encarnado’, como aún se le conoce”.

Entre los jugadores designados por el entrenador del seleccionado español, García Salazar -combatiente de las brigadas navarras al servicio de Franco-, había una gran dispersión provocada por la guerra. El periodista de Marca agrega que “en San Sebastián se concentraron los jugadores que vivían en la zona norte (Iraragorri, Lángara, Ciriaco, Izaguirre, Gorostiza...) y allí se les unieron los que vivían en otras zonas dominadas por los nacionales (Galicia, Sevilla...)”.

En la crónica de un medio franquista de la época también se lee: “esta vez acudió a Lisboa mucho más que un equipo representante del fútbol hispano: ahora los futbolistas españoles, que llegaban a paso marcial ejercitado en las trincheras, traen las viejas banderas de nuestra Patria, mil veces victoriosas sobre esos campos de batalla donde Franco decidió la salvación conjunta de España y Lusitania, porque así lo quiere un imperativo histórico-geográfico”.

Quaresma, uno de los rebeldes de la revancha en Lisboa, había debutado en aquel amistoso que lo marcó para siempre. Censurado, al igual que sus tres compañeros de la selección, fue conducido a la PIDE (Policía Internacional y de Defensa del Estado) del régimen portugués. Pero como los dirigentes de su club, el Os Belenenses, mantenían cordiales relaciones con Salazar, lo liberaron al poco tiempo. Ni siquiera lo había comprometido la amistad que tenía con los comunistas del barrio de Barreiro donde había dado sus primeros pasos en el fútbol. Siguió jugando, salió campeón de la Liga nacional portuguesa en 1946 –el único título semejante que tiene su equipo en la historia– y terminó como director técnico de varios planteles. Compartió equipo en Os Belenenses con un célebre jugador argentino de la época, campeón mundial de 1934 con Italia: Alejandro Scopelli. Quaresma falleció el 2 de diciembre de 2011 a los 93 años.

Su aporte fue clave para descubrir que el saludo fascista del seleccionado portugués no había sido unánime. Si en 1938 no existía lo que hoy se conoce como photoshop (recién se divulgó como técnica en 1988) y tal vez, ni siquiera se hablaba de fotomontajes, igual podía retocarse una fotografía, como era común que sucediera con las imágenes de los políticos más influyentes de la época: Mussolini, Hitler y Stalin, entre otros. La historia de esta adulteración se mantuvo oculta durante décadas hasta que Quaresma la blanqueó en la entrevista del 2004. Sesenta y cinco años después de terminada la Guerra Civil española en que Franco y Salazar, vecinos geográficos e ideológicos, utilizaron dos partidos de fútbol para demostrar que tenían sus casas en orden.

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