AUTOMOVILISMO Y MOTORES › LA VICTORIA DE MICHAEL SCHUMACHER EN CANADA
No pasó a nadie
Fue un triunfo típico de la era Schumacher: en base a la estrategia, no superó a un solo rival en la pista. ¿Qué pasó con Barrichello?
Por Pablo Vignone
Por esta época es muy fácil determinar si un Grand Prix de Fórmula 1 es entretenido o no. Basta mirar quién va adelante. Si, lo que es infrecuente, otra combinación que no sea la que componen Michael Schumacher y Ferrari es la que viaja en punta, la carrera conserva intacto su interés. Ayer, en Canadá, ese atractivo duró casi 40 de las 70 vueltas del Grand Prix, cuando era el otro Schumacher, Ralf, el que marcaba el camino y abría la esperanza de, más que una carrera atractiva, un ganador distinto. Pero si, como suele suceder más a menudo de lo deseable, son Schumacher y su Ferrari los que lideran, dan ganas de mirar otra cosa.
El séxtuple campeón mundial corre para no dejar record en pie, eso es claro: es la voluntad que lo sostiene en la Fórmula 1 cuando parece que ya no tiene nada más por ganar. Pero también es cierto que en esta F-1 lineal esos records ocultan la realidad de una factura compartida.
Schumacher largó sexto y terminó primero. En los más de 300 kilómetros de competencia no pasó a ningún rival: todos sus avances los produjo con las paradas en los boxes. Es decir, con el concurso de, por ejemplo, los quince mecánicos que son capaces de reabastecer el coche y cambiar las cuatro gomas en menos de ocho segundos. Esos mismos mecánicos que, de pronto, no suelen ser igualmente veloces en el momento en que se detiene el coequiper del alemán, Rubens Barrichello.
Sigue batiendo records: ayer señaló otro. Fue su séptima victoria en el Grand Prix de Canadá (donde ya había ganado en 1994, 1997, 1998, 2000, 2002 y 2003) y nunca nadie ganó siete veces el mismo Grand Prix. Pero Fangio ganó el GP de Alemania de 1957 después del error de sus mecánicos; Schumi venció ayer gracias a la tarea de los suyos. En el libro de las estadísticas, las dos cuentan lo mismo.
En esta era Schumacher importa mucho menos ser buen corredor (agresivo, aguerrido, impetuoso, corajudo) que ser rápido. La cuestión es trazar una buena estrategia y cumplirla, para que, cuando caiga la bandera a cuadros, los rivales estén atrás. Schumacher le venía ganando a su hermano Ralf por algo menos de 10 segundos (aunque en la última vuelta levantó y la diferencia, finalmente, fue de dos); con su estrategia de dos detenciones, el piloto de Ferrari perdió 55 segundos en boxes; su hermano, parando tres veces, perdió 76 segundos. ¿Allí está la diferencia?
En Montreal, las Ferrari fueron los únicos coches capaces de ba- jar los 74 segundos en la vuelta: Barrichello hizo el record marcan- do 1m13s622; Schumi marcó 1m13s630. Ralf, el tercero más veloz de la carrera, anduvo, como muy rápido, en 1m14s040. Y, en promedio, las Ferrari siempre tuvieron más nafta en los tanques. Es obvio que Williams, BAR, Renault y Cía. tienen que ingeniárselas buscando otras alternativas (como usar frenos más grandes que lo permitido, lo que supuso la desclasificación final de los Williams y los Toyota) para mantenerse en la lucha con Ferrari, que lo tiene todo controlado.
Incluso el orden interno. Cuando Barrichello andaba más fuerte que su compañero, no pudo superarlo. Hizo su primera parada una vuelta antes que Schumacher, pero completó la segunda tres vueltas antes, en el momento en que venía asediando a su coequiper en la pista. Esa parada fue un poco más lenta que la que Schumi completaría después. Hizo el record en la vuelta 68, a dos del final, cuando ya no podía alcanzarlo.
Los libros de historia no consignarán estos datos. Sólo dirán que Michael Schumacher alcanzó el 77º logro de su carrera en Fórmula 1. Ni siquiera aclararán que no pasó a nadie en ningún momento de la carrera.