AUTOMOVILISMO Y MOTORES › GUILLERMO ORTELLI, CUATRO VECES MONARCA DE TC
¡Campeonísimo!
El piloto de Salto retuvo otra vez la corona de la máxima categoría del automovilismo argentino, inscribiéndose ya entre los grandes del deporte nacional. Una conquista que no resiste la menor crítica.
› Por Pablo Vignone
El Flaco Traverso tiene una explicación muy simple para enmarcar el cuarto título de TC de Guillermo Ortelli. “Fue el que menos se equivocó”, señala con esa picardía monumental que dan casi mil carreras de autos en el lomo.
¿Se termina ahí? Lo del Flaco es atendible: entre él y Ortelli se quedaron con los últimos ocho (8) campeonatos de Turismo Carretera, poniendo en cuestionamiento la declamada competitividad de la categoría más popular. Pero, precisamente por eso, es claro que no acaban allí las razones. No se construye una hegemonía deportiva solamente con errarle menos que la banda rival.
Que haya ganado sus cuatro títulos en los últimos cinco años también es síntoma de que la superioridad del piloto de Salto no se reduce a su pretendida infalibilidad. Es cierto: repasando con obsesión la temporada, uno puede recordar solamente una sola macana de Ortelli, cuando perdió la chaveta en Bahía Blanca, enredado con un rezagado.
Pero con eso solo no basta. Y, especialmente, porque apuntar a la carencia de equivocaciones, que es un elogio, sin duda, tapa buena parte del mérito de Ortelli, un piloto que hoy no tiene parangón en las pistas argentinas, ni siquiera el propio Traverso.
Sería obvio ensalzar la calidad conductiva del tetracampeón. Nadie escala semejante colina cuidando solamente de pisar la piedra correcta, pero no se explica su éxito asegurando simplemente que no hay otro mejor.
No hay piloto como Ortelli, en la actualidad, para subirse al auto de carrera y descubrir con pocas vueltas qué es lo que hace mejor. No hay piloto hoy como Ortelli que esté mejor amalgamado con su máquina; en un medio tan irregular como el TC, el campeón clasificó en la mayoría de las carreras entre los 10 primeros los sábados; sin poder entrenar los viernes, el conocimiento previo de su coche le permitió sacar ventaja.
Ese rendimiento parejo pero superior se vio reflejado en carrera: en 13 de las 16 series del año terminó en el podio; no es coincidencia que haya ganado el título al vencer en su serie. Salvo cuando se accidentó en Buenos Aires, cuando cometió su error bahiense o cuando la máquina no lo acompañó, en Balcarce, estuvo siempre entre los diez primeros. En algún momento parecía que lo perdía, cuando Aventín se acercó a solo dos puntos y el Gurí Martínez quedó a siete; terminó ganando el título por más de 40 puntos...
Es evidente que no ganó su cuarto título solamente porque se equivocó menos. También lo hizo porque tiene el mejor equipo del TC, y ésa es una plataforma deportiva que no se erige de un día para otro, como bien sabe Traverso, que abrió el camino. Porque tuvo uno de los mejores presupuestos económicos de la categoría en el año más difícil del automovilismo moderno. Porque supo cuándo y cómo acelerar. Porque no necesitó ganar más –una sola victoria en el año contra 3 de Aventín o 2 de Ledesma o Marcos Di Palma– para ganar lo mejor.
Fue campeón porque tuvo mejor equipo que Martínez, mejor auto que Aventín, mejor cerebro que Marcos, mejor pie derecho que Silva. Hace cuatro años, cuando conquistó su primer título de TC, a los 25 años, escribimos aquí que estaba naciendo un auténtico grande. No estábamos tan lejos de la verdad.
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