Cuando se conoce un doping, varias mentiras le preceden y le siguen. Suele mentir el protagonista, que niega haber tomado nada prohibido, pero también su entorno y las autoridades del deporte en cuestión. En el presunto caso de Mariano Puerta, denunciado por el diario francés L’Equipe, está claro que alguien miente: o bien lo hace el periódico o lo hace el tenista. L’Equipe denunció que Puerta dio positivo por etilefrina, un estimulante que genera una euforia similar a la de una dosis de adrenalina, sin dudas útil, cuando hay que dar un último esfuerzo en un torneo agotador.
Pero L’Equipe no sugiere cuál es su fuente. Todo indica que está en el laboratorio antidoping de Chatenay-Malabry, ya que de allí también les llegó la información acerca del discutido “positivo” del ciclista estadounidense Lance Armstrong. En el diario aseguran que el periodista que descubrió el presunto doping es extremadamente “serio” y que no hubiese escrito nada de no estar ciento por ciento seguro.
Pese a los indicios, Puerta parece convencido de no haber cometido doping. “Lo único que digo es que no he ingerido ninguna sustancia prohibida”, dijo el jueves en Tokio, antes de refugiarse en la localidad italiana de Olbia junto a su esposa y su entrenador.
Tan grave como la denuncia de doping es la afirmación de L’Equipe acerca de que hubo una contraprueba que confirmó la presencia de etilefrina en la orina de Puerta. Si hubo contraprueba, Puerta entonces estaba al tanto de todo, porque las contrapruebas sólo se realizan si las solicita el afectado.
El periódico asegura que Jorge Brasero, manager de Puerta y residente en París, fue el representante enviado por el jugador para supervisar la contraprueba. Puerta dijo no saber nada del asunto hasta que lo publicó L’Equipe. Sería una mentira mayor por parte del argentino, aunque ya hubo otras menores en su entorno en las horas que se conoció la denuncia. “¿Un doping? No sé nada, no me había enterado”, dijo la esposa de Puerta a este periodista cuando ya habían pasado horas desde que el jugador desmintiera lo publicado.
En el inframundo del doping, lo que parece muchas veces no es, y lo inimaginable es, en otras ocasiones, el camino más directo a la verdad. Existe todo un “manual” de cómo comportarse cuando el doping es descubierto, con abogados especializados que apuestan a tres líneas de acción para minimizar las consecuencias.
La primera sugerencia es mentir. No importa que al final se sepa la verdad. Es importante mentir, jurar que jamás se le pasaría a uno por la cabeza doparse. Así se genera empatía con el público, que al ver tan convencido al deportista quiere creer que le está diciendo la verdad. Todo ayuda a la hora de reducir los estragos de una sanción, incluso la presión ambiental de una opinión pública favorable al deportista.
La segunda vía a explorar es el buscar defectos de forma, muy importantes para reducir la sanción o incluso anular el caso por completo. Esos defectos de forma pueden existir, pero también ser provocados: ahí entra en juego la tercera línea de acción.
Puede sonar demasiado perverso, pero es real: hay ocasiones en las que los mismos abogados o representantes optan por filtrar el doping de su cliente para alegar después que no se respetaron los protocolos. Por eso es muy útil que el deportista deje en claro que no se recibió ninguna comunicación oficial. Eso es, lógicamente, lo que sucede cuando un doping es denunciado por la prensa, y no de forma oficial por el organismo correspondiente. Puerta recalcó el mismo día de conocerse el “caso” que ni la ATP ni la ITF le habían informado del asunto.Todo lo que tiene que ver con el doping es extremadamente sutil y complejo. Pero en el presunto caso de Puerta hay una certeza: alguien miente.