AUMENTAN NOTABLEMENTE LOS CASOS DE VIOLENCIA EN EL INTERIOR DE LAS HINCHADAS
El caso de los dos asesinatos relacionados con la hinchada de Huracán, la semana pasada, es el emergente de un fenómeno que va en crecimiento y que requiere de un abordaje distinto desde la prevención. Curiosamente se matan lejos de las tribunas.
› Por Gustavo Veiga
Las muertes en el fútbol cambiaron de significado y también de escenario. Ahora parecen más cercanas, casi propias. Hay una razón: aumentaron las que se producen por peleas entre grupos que comparten los mismos colores, la misma tribuna. Para un grupo de sociólogos que trabaja con la organización Salvemos al Fútbol, las estadísticas demuestran que existe “la emergencia de un fenómeno que requiere un abordaje diferente”. Entre 1983 y este año, los crímenes entre hinchas de un mismo equipo se incrementaron un 17 por ciento, acentuándose más la tendencia entre 2001 y 2009 (el porcentaje subió 9 puntos). Paradójicamente, esos hechos se repiten lejos de las canchas, una comprobación que al Estado le viene a medida. Las muertes se perderían así en los pliegues del delito común. Y no requerirían tantas explicaciones sobre complicidades con dirigentes o punteros políticos. Los asesinatos de dos hinchas de Huracán reavivaron el tema. Están ahí para recordarnos internas semejantes en Boca, River, Central, Gimnasia de Jujuy, Almirante Brown y Deportivo Merlo, entre otros equipos.
El trabajo Muertes en la propia hinchada, cuyos gráficos acompañan esta nota, considera las muertes separándolas en lustros, desde 1966-1970 hasta 2006-2010. De ello se desprende que disminuyeron de manera intensa las que se produjeron por peleas entre hinchadas de clubes rivales y que aumentaron en forma progresiva y constante las ocasionadas por enfrentamientos entre grupos que siguen al mismo equipo.
Los sociólogos Santiago Uliana, Diego Murzi y Sebastián Sustas, basándose en el archivo de Salvemos al Fútbol, tomaron cuatro momentos diferentes de los años analizados que arrojaron cómo, en 1983, la variable de “Muertes en la propia hinchada” ni siquiera aparecía y seis años después, en 1989, ascendía al 3 por ciento del total de las estadísticas. En 2001, según lo señala el tercer gráfico, el 8 por ciento de las muertes tenía que ver con este fenómeno y ya durante este año el porcentaje llegó al 17 por ciento, lo que equivale a una de cada cinco muertes producidas en el fútbol.
El grupo de profesionales advierte que en un informe anterior había hecho hincapié “en la incapacidad de los operativos de seguridad de prevenir este tipo de acontecimientos entre las propias hinchadas”. En efecto, el crimen de Gonzalo Acro, producido en el marco de una interna de Los Borrachos del Tablón, los enfrentamientos a balazos entre las facciones de Mauro Martín y el uruguayo Richard Laluz Fernández en La Doce o las escaramuzas entre tres sectores de la barra brava de Gimnasia de Jujuy, así lo prueban. Con un agregado: la mayoría de los hechos ocurrió afuera de los estadios donde jugaban River, Boca y los jujeños. Incluidos los balazos que acabaron con la vida de Acro, que ni siquiera se dispararon un día de partido.
El empeño de ciertos funcionarios como el ministro de Seguridad y Justicia, Aníbal Fernández, en considerar estos episodios como ajenos al fútbol (incluso el más reciente, donde murieron los dos hinchas de Huracán), motivó que los sociólogos señalaran: “Circunscribir la muerte a una tipología criminal es no tener en cuenta las motivaciones y el marco en que se generaron estas muertes. Se podría asumir como si, por ser muertes no relacionadas con el espectáculo deportivo, el operativo de seguridad quedara ajeno al hecho, a salvo de cualquier recriminación”.
Lejos quedó en su significado el escenario de violencia en el fútbol durante el advenimiento de la democracia. Según las muertes registradas por Salvemos al Fútbol, en 1983 el total de víctimas fatales producidas por choques entre hinchadas rivales ascendía al 81 por ciento de los casos y el 19 restante se completaba como consecuencia de la represión policial. Hoy las estadísticas que maneja el equipo de investigación indican que el 45 por ciento de las muertes son por peleas entre barras rivales, el 22 por la intervención de una tercera hinchada, el 17 por conflictos internos y el 16 por la acción de las fuerzas de seguridad.
Las muertes de Fernando De Respinis (hermano de Claudio, alias “Conejo”, el líder del grupo con más peso en la barra de Huracán) y Orlando Sosa (presunto jefe del sector denominado Zavaleta, por el barrio vecino al estadio Tomás A. Ducó) tienen su origen en el control de la barra para el reparto de prebendas. Las facciones denominadas José C. Paz y El Pueblito reconocieron esto último elípticamente en un comunicado que difundieron con la firma de La Banda de la Quema: “No vivimos del club, tenemos algunos privilegios, pero para poder armar la fiesta en la tribuna lo único que queremos es alentar a Huracán en las buenas y en las malas y ser la mejor banda del fútbol argentino, para lo cual dependemos de ustedes”. En ese mismo mensaje que subieron a la página de Internet www.patriaquemera.com.ar pidieron disculpas “a todos los hinchas de Huracán por los hechos lamentables sucedidos el 21/6”.
Un especialista en seguridad deportiva que maneja como pocos la información sobre el origen de estas grescas sangrientas, situó el inicio del problema en 2000. “La hinchada de Vélez les robó una bandera a los de Zavaleta y los otros dos sectores, El Pueblito y José C. Paz, ralearon a ese grupo porque tomaron el hecho como una afrenta. Ahí comenzó la bronca que siguió hasta el presente. Entre estos tipos hay delincuentes comunes con antecedentes por salideras bancarias y drogas.”
Para el ministro Fernández, quienes protagonizaron los tres tiroteos el domingo 21 en la casa de la familia De Respinis, el barrio Zavaleta y el Hospital Penna “son asesinos, no son hinchas de fútbol”. Julio Grondona, el presidente de la AFA, siguió la misma línea argumental: “El fútbol está sirviendo como identificador de delincuentes que andan sueltos y se juntan con la excusa del fútbol”. Y el secretario general de Huracán, Norberto Giuliano, en declaraciones radiales al programa “Polideportivo Ciudad”, comentó: “Cuando en el comunicado dicen que tienen ciertos privilegios, imagino que se refieren al tema de las entradas para aquellos que van a todos lados siguiendo a Huracán. Del resto de las cosas no tenemos nada que ver”. A confesión de parte, relevo de pruebas.
El Huracán de Angel Cappa que juega a un toque compartió forzosamente la mañana del lunes 22 las páginas de los diarios, los programas radiales y la televisión con las muertes de De Respinis y Sosa. La docencia con que el técnico transmite conceptos sobre un fútbol simple, que recupera la esencia del juego y sigue la tradición de aquel equipo del ’73 que dirigía César Luis Menotti, convivió en la última semana con la zozobra que provoca la violencia a su alrededor.
Cappa había visitado el barrio Zavaleta el 22 de abril de este año para dialogar con chicos y chicas de ese asentamiento humilde que juegan al fútbol popular, donde dos equipos acuerdan las reglas antes del partido y no necesitan de un árbitro. Una especie de fútbol callejero que ya se practica en varias ciudades del mundo y sobre todo entre personas en situación de calle. El entrenador había sido invitado por la organización social La Poderosa que trabaja desde la educación popular, el arte y el deporte en diferentes lugares de Buenos Aires, Córdoba, Tucumán y Rosario.
“El fútbol es de los barrios, nace en los barrios. Tenemos que dejar todo adentro, pero también afuera de la cancha. Hay que saber que uno no es más que nadie, porque uno solo nunca puede ser más que todos juntos”, sentenció Cappa ante el auditorio juvenil que lo escuchaba. Sus habitantes son los mismos que el domingo de la victoria ante Arsenal quedaron conmovidos por la violencia del enfrentamiento. Según el último censo realizado en 2001, en Zavaleta vivían 4814 personas en 1125 hogares. Es el mismo barrio que un informe de América TV estigmatizó y cuyos vecinos respondieron con un festival de música frente a las instalaciones del canal a fines de mayo. Allí también vivía uno de los muertos de Huracán, Orlando Sosa.
La hinchada del Globo ya no es la que lideraba en los años ’50 un personaje que respondía al apodo de Cuatro Gargantas. Tampoco aquella que entre las décadas del ’60 y ’70 reverenciaba a Ringo Bonavena como su integrante más famoso. Cuando el club está en el umbral de su segundo título, tres facciones se disputan el dominio de un negocio que rondaría los 40 mil pesos mensuales. Esa, la barra (las barras), es la misma que el domingo generó como respuesta dos cantitos del resto del público: “Parecen cuervos, la puta que los parió...”, y el más político “Váyanse todos...”.
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