OPINIóN
› Por Miguel Rep
Estuve tentado de ir a ver los partidos Argelia-Eslovenia y Serbia-Ghana a una escuela, para aprender de estos países, aprovechando la didáctica mundialista (aunque lo de Argelia no reviste tanta gravedad de ignorancia, gracias a Camus y Pontecorvo). Pero, oh, resulta que era domingo, así que me reservaré esa visita para cuando jueguen en un día hábil.
Me doy cuenta, como tantos, de la ignorancia en materia de mapamundi en mi GPS. Así que, más que programar con cuáles amigos, en qué casa o bar ver ciertos partidos, voy a armar un fixture escolar. Quizá presencie alguno en la Martina Silva de Gurruchaga, en Boedo e Independencia, otro en alguna escuelita rural, quizá luego en el Lenguas Vivas. Veré. Averiguaré acerca del conocimiento geográfico de los enseñadores de cada establecimiento para provecho de este humilde educando.
En cuanto a Alemania-Australia, me parece que sé algo sobre esos países. Alemania nos eliminó por penales en el anterior Mundial, y por Australia madrugamos todos en 1993 para ver el repechaje y el regreso de Maradona; empatamos allá lejos, en Australia, y nuestro 10 clasificó para su última Copa como jugador, USA ’94. Ah, de Alemania también sé que Hans Edelmann, el dibujante de Yellow Submarine, nació ahí, y que ese país organiza la Feria del Libro más importante del Mundo, en Frankfurt. De Australia conozco que podría haber sido la Argentina de Oceanía, ya que nuestras posibilidades e historias son muy comparables, pero que a ellos algo les salió bien.
La cuestión es que no me perdí ninguno de los tres partidos de ayer; los dos primeros fueron un bostezo, pero el último, pura algarabía futbolística teutona. ¿Nos cruzaremos con ellos otra vez? ¿Cómo reaccionará Messi ante esta escuadra renovada de jóvenes que sintetizan un estilo mitteleuropeo-sudaca? ¿Frenaría nuestra endeble defensa al 8 de ellos, el germano-turco, que nos deslumbró con sus sorpresas dominicales?
Hoy me levantaré bien temprano para ver Holanda-Dinamarca en un pub neerlandés, tengo una gran curiosidad por presenciar la conducta de estos bravos vikingos socialdemócratas, e hincharé por la Naranja Mecánica. No me queda otra, ya que me mezclaré entre la horda de vándalos cerveceros con el falso salvoconducto de ser un lejano pariente de Johnny Rep. Conocemos la proverbial honestidad nórdica; si se enteran de que intenté burlar esa candorosa cualidad que les otorga rostros plenos de inocencia, es posible que de estos rubios broten acciones que redundarán, mis queridos lectores, en la ausencia de esta columna en el día de mañana, y subsiguientes.
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