OPINIóN
› Por Daniel Guiñazú
A falta de virtudes en cuanto a línea boxística, Luis Alberto Lazarte derrocha convicción de victoria sobre el ring. En cada golpe que lanza, el barrendero marplatense de 39 años suelta un mensaje: más que ganarle, deberán arrancarle la corona para que deje de ser campeón del mundo. En función de esa idea, se prepara con dedicación, pelea con intensidad y también gana con amplitud. El nicaragüense Nerys Espinoza fue el último que dio prueba de ello.
En el estadio del club Once Unidos de Mar del Plata y con el repiqueteo atronador de los bombos del Sindicato de Camioneros como banda de sonido de la pelea, Lazarte (48,700 kg) retuvo por primera vez su título minimosca de la FIB, echando mano a un estilo mañero y embarullado que no luce para el público, pero que desluce a sus rivales y le resulta incuestionablemente efectivo. Durante los 12 rounds y casi sin interrupciones, fue una tromba que se abalanzó sobre el atribulado Espinoza (48,900 kg) y lo llenó de golpes. Algunos claros y reglamentarios como su derecha voleada con la que sorprendió reiteradamente al nicaragüense. Otros antirreglamentarios como los tantos que aplicó con los puños, la cabeza y los codos en la espalda, en la nuca y hasta en las piernas de su rival sin merecer más que advertencias por parte del árbitro puertorriqueño Samuel Viruet.
Pero para ganar con claridad (116-111 en las tarjetas de los tres jurados), Lazarte hizo mucho más que recorrer su completo y tolerado catálogo de incorrecciones. También dominó la pelea en lo estratégico con tanta aplicación como picardía. Sabedor de que Espinoza lo superaba en talla y alcance, arrastró las acciones a la corta distancia donde pudo encimar al nicaragüense y desordenarlo. Lazarte tuvo a su favor la quietud de Espinoza, quien nunca le dio salida a su izquierda en jab para mantenerlo a raya y conforme fueron pasando las vueltas, se fue resignando a un rol de manso retador sin siquiera permitirse un gesto de rebeldía que diera vuelta las acciones.
Lazarte arrancó a fondo y terminó de la misma manera porque su boxeo empeñoso y corajudo, pero desprovisto por completo de talento, no sabe de especulaciones y su condición física y mental es envidiable. Su próxima defensa, a fines de 2010 o principios de 2011, será muy difícil: enfrentará al ex campeón mexicano Ulises Solís. Pero a esta altura de su vida y de su carrera, para Lazarte no hay rivales complicados. Su receta es simple: agachar la cabeza, darle para adelante, pegar como se pueda y que los demás lo aguanten. Si así llegó a ser campeón, no hay razones para que justo ahora vaya a cambiar.
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