FúTBOL › PROTAGONISTA EN DOBLE ROL DEL CLASICO
› Por Facundo Martínez
El fútbol también está contaminado por la estupidez del futbolista y, mientras no se tomen cartas en el asunto, lejos de disminuir, esta tendencia seguirá aumentando su volumen. La actitud de ayer del arquero Sebastián Saja no ayuda a que el fútbol sea simplemente eso y no hace sino destacar aspectos negativos del juego, que generan violencia y que no son, precisamente, parte interesante del fútbol, sobre la que sí sería mejor invertir para mejorar.
Por la ejecución del penal que puso a San Lorenzo en ventaja y por lo que atajó en el primer tiempo, Saja debió ser ayer la figura del partido; pero no lo fue. Con sus provocaciones a los hinchas locales –les gritó el gol exageradamente, buscándolos desafiante, como iniciando un duelo de guapos–, él mismo trabajó, equivocadamente, para no ser figura. La cuestión de si fueron para tanto los gestos del arquero a la tribuna boquense no resiste ningún análisis.
Eso sí: después hubo que esperar a que los hinchas boquenses se cansaran de tirarle botellas con agua, de putearlo, de impedirle –en el arranque del complementario– acercarse al arco que da a la Casa Amarilla, donde la barra brava de Boca lo esperaba cargada de bronca y de objetos para arrojarle. Duró la escena y fue patética, tan patética como la de los gestos innecesarios del arquero que despertaron al monstruo. Recién cuando Palermo acompañó al arquero hasta el arco, paró la lluvia de botellas, que luego iba a volver de tanto en tanto, como estertores. No es común ver esa lluvia de botellazos en la Bombonera, y no debería serlo.
Un poco menos obvio había sido en el arranque del partido Barrientos, que, respondiendo quién sabe a qué extraños mandatos, se revolcaba en la cancha al menor roce, en distintas zonas y ante distintas marcas –la sistematicidad no es amiga de la improvisación–, tres veces hasta que el árbitro Baldassi se dio cuenta de la tramoya y le llamó por primera vez la atención. Antes de que eso sucediera, los jugadores de Boca habían acumulado bronca y lo habían puteado de uno en uno, y hasta el bueno de Abbondanzieri corría a increparlo cuando Baldassi intervino.
No amonestó Baldassi a Barrientos y después fue leve con los gestos de Saja, y ni hablar de la patada salvaje de Ledesma sobre Rivero que tampoco castigó, en la jugada previa al penal. Durante un buen tramo, el partido se le fue de las manos y tuvo que sacar varias amarillas, una atrás de la otra, para volver a encarrilar el trámite.
Durante la semana previa al clásico se habló mucho del mensaje de Oscar Ruggeri a sus jugadores, respecto de ir a jugar sin miedo en la Bombonera. No tuvieron miedo los visitantes, es cierto; pero también es cierto que jugaron poco, que generaron tan sólo cuatro situaciones de gol y que se preocuparon más por “trabajar” el partido que por jugarlo. Las limitaciones suelen disfrazarse de otra cosa, y ayer no fue la jerarquía, la experiencia, el roce internacional de su flamante entrenador lo que San Lorenzo dio en la Bombonera.
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