FúTBOL › RIVER Y EL CASO MENDEZ
El club aún no comentó oficialmente la denuncia sobre el árbitro uruguayo que lo habría beneficiado en la Copa del año pasado, según una denuncia.
› Por Gustavo Veiga
Las aguas bajan turbias y no son las del río Uruguay, ni están contaminadas por las papeleras. Con precisión cartográfica, deberíamos decir que son las del Río de la Plata, porque el escándalo explotó en Montevideo y se trasladó a este lado de la costa. Gustavo Méndez, un árbitro oriental, quedó salpicado en su país por una denuncia periodística basada en una grabación que le atribuye haber cobrado dinero de River, el River argentino, porque allá hay un club homónimo. Lo curioso es que el acusador, Jorge Chijane, mantiene estrecha relación con Francisco “Paco” Casal, el empresario que controla el mercado de pases en Uruguay y que, además, concretó más de una transferencia con la institución de Núñez, incriminada ahora por aquél.
El espacio de TV Estadio Uno Investiga y el diario La República le han dado crédito a la cinta comprometedora que ya está en manos del juez montevideano Pablo Eguren, quien tramita otra causa contra Méndez por el presunto delito de estafa. Aquí, mientras tanto, este affaire se superpuso con un arbitraje, el de River-El Nacional, que estimuló las sospechas de los suspicaces. Y es que aquella supuesta coima por la cual ahora investigan al árbitro habría sido pagada para torcer el resultado de un partido del mismo torneo, la Copa Libertadores. El de la historia más turbulenta entre todos los que se juegan en América.
El caso, siempre que se obtengan resultados concretos en la investigación, podría generar imprevisibles consecuencias en el fútbol de los dos países. Por lo pronto, en Uruguay, además del juez hay un fiscal, Eduardo Fernández Dovat, que actúa de oficio en base a los dichos de Chijane, quien, como informó La República el último viernes, “aseguró que trajo una coima de U$S 20 mil de River Plate de Argentina y le retuvo U$S 15 mil para amortizar deudas pendientes que mantenía con él por otros negocios en Lewly SA”. En esta firma, Méndez, Chijane y un tal Sergio Hermida –el mismo que le inició una demanda de 300 mil dólares por estafa al árbitro– eran socios comerciales.
“Espero que el Consejo Ejecutivo haga la denuncia penal en el tema River Plate, Chijane y Gustavo Méndez, y no pase como en otras oportunidades, quede todo tapado y aquí no ha pasado nada. De una vez por todas, los dirigentes de fútbol tienen que decir basta. Es mejor morir de una vez en forma digna que morir de a poco en forma indigna”, señaló José Carlos Domínguez, el secretario general del club Peñarol, el miércoles 8. Aquí no se conoce aún si la Asociación Uruguaya de Fútbol presentó la denuncia. Tampoco trató el tema la Confederación Sudamericana, ni la Comisión Directiva de River en su última reunión del jueves 9.
Líbero intentó comunicarse con el presidente José María Aguilar en tres oportunidades durante el último viernes, pero resultó infructuoso. Trascendidos que salieron del club dieron por sentado que esta denuncia fue derivada a la gerencia de Asuntos Legales para su estudio y un eventual juicio contra Chijane, quien se inculpó a sí mismo según la cinta grabada, cuando aseguró que llevó la coima para Méndez desde Buenos Aires. Pero River podría tener dificultades para accionar contra aquél, ya que el honor no es un valor atribuible a personas jurídicas como un club o asociación civil.
La gravedad de la situación motivó la consulta a Eduardo Deluca, secretario general de la CSF, ya que al árbitro se lo culpó de un ilícito que habría sido cometido con motivo de un partido por la Copa. “¿Cómo vamos a analizar la situación de Méndez si hace casi un año que no dirige? No tenemos por qué meternos en eso, ya que le corresponde a la Asociación Uruguaya”, respondió. El dirigente, quien integra el staff de la Confederación desde los años ’80, agregó: “Nosotros, en la Argentina, tenemos como norma que los árbitros no estén en contacto con los dirigentes. Mandamos a ex jueces para que reciban a quienes vienen a dirigir y los acompañen en todo momento”.
Otra cuestión extraña que deriva de la relación entre Chijane y Casal, y la que este último ha mantenido con River, es que cuando Méndez lo arbitró en torneos sudamericanos, y sobre todo en partidos como visitante (nueve sobre diez), al equipo de Núñez le fue bastante mal la mayoría de las veces. En la última oportunidad en que lo dirigió, la formación que por entonces conducía Leonardo Astrada perdió 2-0 contra el San Pablo, en Brasil, la primera semifinal de la Libertadores 2005. River luego quedaría eliminado en la revancha disputada en el estadio Monumental con un arbitraje chileno.
“Las Copas no son como antes. Salieron campeones Once Caldas de Colombia y Cienciano de Perú”, le dijo a este periodista un referente arbitral. Como fuere, los malos desempeños que se repiten, más el affaire Méndez, volvieron a avivar las nunca extinguidas llamas de la corrupción arbitral. Es evidente que la Libertadores ya no se juega en las condiciones que imperaron hasta la década del ’80 y, sobre todo en países como Colombia, cuando los carteles de Cali y Medellín controlaban varios equipos y hacían lo mismo con ciertos árbitros. Pero resultará muy difícil que el público y los mismos protagonistas se conviertan en seres bien pensados con desempeños como el de Carlos Betancur, el asistente de River-El Nacional de Ecuador que le otorgó al primero un gol que jamás se concretó: el cabezazo de Jonathan Santana que picó, como mínimo, de la línea del arco hacia afuera.
Por lo pronto, a ese juez de línea lo paró la comisión arbitral de la CSF que integran el paraguayo Carlos Alarcón (presidente), el peruano Alberto Tejada, el brasileño Armando Marques, el uruguayo Juan Daniel Cardellino y el argentino Juan Carlos Loustau. A su colega y juez principal Oscar Ruiz, en cambio, no lo sancionaron. Volverá a dirigir en los próximos partidos y, además, ya fue confirmado como uno de los referís sudamericanos que irán al Mundial de Alemania.
Méndez, un árbitro que había ganado fama de severo cuando aún se mantenía en actividad, y que solía expulsar jugadores o cobrar penales con llamativa frecuencia, hoy atraviesa una situación tan delicada como el contenido de las imputaciones que Chijane, su ex socio, hizo ante un grabador. Frente al alboroto que provocó la denuncia de coimas, se defendió mediante un comunicado redactado en tercera persona, desbordante de adjetivos, como los que constan en el punto 3: “Los medios utilizados para fundamentar las gravísimas acusaciones hacia mi persona resultan ilícitos, inadmisibles, impertinentes e improcedentes desde el punto de vista jurídico para sustentar tamaña acusación, más allá de la absoluta falsedad de las afirmaciones en ellos contenida”.
River todavía no se pronunció de manera oficial sobre la delicada acusación que le dispararon desde el otro lado del Río de la Plata. Acaso sus abogados esperen la ratificación o rectificación del misterioso Chijane, quien destapó una olla cuyas emanaciones ya se sienten en el propio estadio Monumental. Este parece ser el comienzo de una trama donde la credibilidad del fútbol volvió a quedar en cuarentena.
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