La apuesta era ambiciosa y el resultado fue exitoso. Cuando Boca coqueteaba con dejar en el camino tres puntos vitales en la carrera por conquistar un nuevo título, Ricardo La Volpe apeló a los juveniles para torcer la historia. Mauro Boselli y Andrés Franzoia, junto con Jonathan Maidana y Matías Cahais, fueron llaves para destrabar un partido que se presentó muy adverso. El gran rendimiento del equipo durante la era de Alfio Basile apenas ofreció espacios para que pudieran brillar. Hoy, las urgencias son diferentes. Las lesiones de algunos de los titulares generaron huecos de los que los pibes, con el respaldo del entrenador, supieron cómo sacarle provecho. La poca experiencia lejos estuvo de ser un impedimento. Los juveniles aportaron dos conceptos clave: seguridad en el fondo y claridad en el ataque para buscar el arco contrario.

Sin brillo, sin ideas. Un Boca desconocido se fue al vestuario con un empate y, sobre todo, con un rendimiento poco auspicioso. Fue necesario que La Volpe metiera mano en el banco de suplentes. Porque, pese a que Maidana y Cahais protagonizaban una sólida actuación, Boca no tenía claridad para buscar el arco de Cuenca. El ingreso de Franzoia y Boselli cambió el trámite del partido. Casi no tuvieron minutos con Basile. Ni siquiera eran la primera alternativa. Los juveniles se adaptaron al equipo de manera vertiginosa. Maidana, ex jugador de Los Andes, aprovechó la lesión de Silvestre y hoy tiene su lugar en el equipo de La Volpe. Diferentes son las situaciones de Franzoia y Boselli, quienes alternan minutos en cancha, producto de un equipo diezmado por lesiones. Las fichas aún no engranan con total perfección. Los nombres ya no son los mismos. La Volpe apostó por los juveniles y cosecha sus frutos. Los pibes de Boca se vistieron de ídolos y acercaron a Boca al título.

Informe: Hernán Matz.