Casi en el mismo momento en que Silvera clavó la tercera estocada a Caranta, desde la Doce empezaron a caer flechazos envenenados en forma de cantito. Primero fue aquello de “jugadores, no rompan las pelotas// a ver si se dan cuenta// que están jugando en Boca”. Y enseguida: “la camiseta de Boca// se tiene que transpirar// y si no, no se la pongan// vayansé y no vuelvan más”. La respuesta a la agresión no tardó y surgió con tanta fuerza como bronca: “aunque ganen o pierda// no me importa una mierda// sigo siendo bostero// porque a Boca lo quiero”. Los hinchas de las plateas y los palcos, los de la tribuna baja de Casa Amarilla y también todos los de las gradas del Riachuelo se habían unido en la réplica a los violentos, que le ponía un inesperado condimento al clásico. Los barrabravas no se quedaron callados y durante casi un cuarto de hora se produjo un contrapunto de cantitos. Unos recriminaban a los otros que nunca van a Córdoba, Rosario o La Plata y los otros intentaban taparlos con gritos de aliento al equipo. La celebración de los hinchas de San Lorenzo, ocupantes de la tercera bandeja del Riachuelo, quedó tapada por el duelo de la interna boquense.