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La apuesta ofensiva del entrenador del equipo de La Plata no fue tan decisiva, pero los hinchas la festejaron. En cambio, en uno de los mejores partidos de River en el torneo, los fanáticos de la banda reprobaron el planteo del técnico.
› Por Ariel Greco
El presente que atraviesan River y Estudiantes se puede reflejar de manera perfecta en lo que vivieron sus entrenadores en el partido de ayer. A Daniel Passarella, sus propios hinchas le reprocharon hasta los aciertos. A Diego Simeone, los suyos le festejaron hasta los errores. Al final, la fortuna resultó aliada del técnico platense, que terminó celebrando los tres puntos gracias a su apuesta ofensiva, por más que en el desarrollo sus variantes no significaron tan decisivas. Por el contrario, a Passarella le llegaron cuestionamientos que podrían haber quedado en el olvido si no se daban las circunstancias puntuales del final del partido: el tanto mal anulado a Marco Ruben y el gol sobre la hora de Ezequiel Maggiolo.
Es probable que el de ayer haya sido uno de los mejores partidos de River en el torneo. Durante la primera parte dominó al campeón y le generó varias chances de peligro. Y luego de la expulsión de Ariel Ortega, en el arranque del segundo tiempo, sostuvo el desarrollo en un trámite parejo, e incluso pudo ganar el juego en los últimos minutos con un tiro de Gerlo o con el tanto que convirtió Ruben, invalidado por un inexistente offside.
Sin embargo, la manera con la que Passarella eligió aguantar el partido molestó a los hinchas. Sin Ortega, la idea del entrenador fue parar al equipo con dos líneas de cuatro y Falcao solo arriba, además de regalarle la pelota al adversario. Entonces, los gritos que bajaron desde la platea San Martín y la popular no se hicieron esperar. “Ponelo a Ruben / no seas c...”, le cantaron los hinchas a Passarella, que no se inmutó ante los gritos. Por eso recién mandó al rosarino a la cancha a los 40 minutos del segundo tiempo, cuando Falcao estaba agotado. Y la gente reprobó la variante con silbidos e insultos al entrenador.
Para colmo, del otro lado, Simeone reaccionó rápido ante la expulsión de Ortega, pese que a Estudiantes no tenía el control del partido. Y como un tiburón que huele sangre, el técnico intuyó el retraso de River y, además, lo provocó con sus cambios. Primero sacó un lateral (Alvarez) para meter un volante ofensivo (Benítez). Luego colocó otro delantero (Lugüercio) y sacó a un mediocampista de marca (Saucedo). Y terminó de jugarse con la entrada de Maggiolo por Piatti. La lectura del entrenador fue que el empate no servía y así se lo demostró a sus jugadores. Con las variantes concretadas, Estudiantes terminó con tres defensores, tres mediocampistas de ataque y cuatro delanteros.
Semejante actitud ganadora fue rápidamente alabada por sus hinchas, que le cantaron el clásico “olé, olé, Cholo, Cholo”. Además, como los de River pedían que Passarella mandara a los suyos para adelante, los visitantes no tardaron en burlarse: “Equipo chico / la p... que te parió...”. Claro que tantos atacantes no hicieron otra cosa que descompensar a Estudiantes, que no pudo hacer valer la diferencia numérica. Hasta que llegó el sorpresivo cierre, que debía ser con triunfo de River con gol de Ruben, el jugador que Passarella no puso a pedido de la gente, y terminó con victoria de Estudiantes con gol de Maggiolo, el último delantero que Simeone mandó a la cancha. Un reflejo perfecto de la realidad de hoy de River y Estudiantes.
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