Lun 02.07.2007
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FúTBOL

Una causa que nunca avanza

› Por Gustavo Veiga

Fernando Blanco, un joven de 17 años que seguía a Defensores de Belgrano, el club de su barrio, quedó herido de muerte a manos de la Policía Federal el 25 de junio de 2005. El mismo día, pero dos años después, lo asesinaron a Marcelo Cejas, el hincha de Tigre que recibió una pedrada en la cabeza cuando se retiraba del estadio de Nueva Chicago. El primero había ido con un tío al estadio de Huracán para ver un partido definitorio por el descenso con Chacarita. Al segundo lo acompañaba un sobrino que presenció horrorizado cómo lo atacaba una patota cruzada por el odio y la sinrazón. Dos hechos evitables, dos tragedias parecidas, ocurridas en dos barrios porteños: Parque Patricios y Mataderos.

Hoy, Clara y Angel, los padres de Fernando, le reclaman al Estado, la AFA, Chacarita y al Hospital Penna la suma de 2.300.000 pesos, más los respectivos intereses y las costas del juicio civil a cargo de los demandados. Son patrocinados por los abogados Carlos Branca –el ex juez– y Juan Carlos Pinto, un amigo de la familia, en una causa penal que no modificó la carátula que tenía en 2005: “Lagoria, Marcos Antonio sobre homicidio culposo”. Lagoria es el agente de la Federal que conducía la camioneta que llevaba a la víctima detenida y herida de gravedad hacia la comisaría 28ª. La versión policial señala que Blanco se cayó de esa unidad de traslado y golpeó su cabeza contra el asfalto. Ese relato no lo cree casi nadie: dirigentes e hinchas de Defensores que presenciaron la represión sugieren que al chico le provocaron la muerte los golpes de la policía.

El Juzgado de Instrucción Nº 26 no ha hecho lugar a la mayoría de las diligencias solicitadas por el matrimonio Blanco que siempre desconfió del sumario que en principio llevó adelante la división Asuntos Internos de la Federal. Pero un trámite que sí aceptó realizar el juez –la pericia de Gendarmería a un video presentado por aquella división– arrojó como resultado que esas imágenes están cortadas o editadas y no contribuyen al esclarecimiento del caso. Como tampoco los testimonios recogidos hasta ahora, ya que aún faltan otros, sobre todo de testigos que la familia considera claves.

Blanco, un estudiante que además trabajaba en el servicio de delivery de una pizzería, murió dos días después de recibir uno o más fuertes impactos en la cabeza. Fracturas de cráneo, contusión cerebral y hemorragia meníngea, fueron los resultados que arrojó la autopsia. Para Clara y Angel, el desenlace se precipitó por el abandono de persona en que incurrieron los médicos y paramédicos que atendieron a Fernando.

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