Los colombianos dicen que nunca pero nunca los argentinos nos olvidaremos del 5-0 del 5 de septiembre de 1993 en el Monumental. Tienen razón. Los que estuvieron en la cancha recuerdan cómo se superponían los chorros de agua helada con los goles de los de camiseta amarilla y los gritos como puñales de un puñado de hinchas visitantes en las tribunas de Figueroa Alcorta.

La primera sensación que aparece cuando se piensa en aquella tarde es que el resultado es una exageración, que Argentina había tenido varias llegadas cuando el partido estaba 1-0 en favor de los rivales y que la defensa se fue ablandando a medida que llegaban los goles hasta convertirse en un redondo flan.

Argentina, que necesitaba el triunfo para alcanzar la clasificación al Mundial del ’94, salió a jugársela de movida. Los colombianos, a quienes les alcanzaba el empate, plantearon lo suyo con cautela, especulando con su buen juego y con la desesperación rival.

El primer tiempo terminó 1-0 y en el segundo Oscar Córdoba se erigió en la primera figura de su equipo, tapándole por lo menos dos goles cantados a Batistuta. Lo demás corrió por cuenta de Valderrama en la mitad de la cancha y del tridente Rincón, Asprilla, Valencia arriba.

Llegaban mano a mano con Goycochea a favor de una gran velocidad que parecía aun mayor por la lentitud de movimientos de Borelli y Ruggeri, los dos centrales argentinos. Asprilla metió el segundo, Rincón –beneficiado por un rebote en Simeone que descolocó al arquero– hizo el tercero, Asprilla metió el cuarto y el Tren Valencia completó el descarrilamiento argentino. Se pueden buscar en el Youtube las jugadas más significativas del partido que no cambiarán las dos cuestiones fundamentales: que nunca, nunca, nunca nos olvidaremos, y que el resultado es una exageración.