FúTBOL › SOLO LE FALTO EL GOL EN SU REGRESO AL EQUIPO LUEGO DE LA LESION
› Por Adrián De Benedictis
Un reencuentro suele ser saludable, luego de un período de espera. En esos instantes, el deseo por volver a sentir de cerca a alguien especial va en aumento, y entonces cuando llega el momento las muestras de cariño brotan de manera inmediata. Esa es la relación que mantiene el público de River con su futbolista emblema: Ariel Ortega. Después de una lesión que lo marginó del equipo durante casi dos semanas, el jujeño regresó ayer y quedó bien claro que el idilio sigue intacto. A pesar de los inconvenientes personales que afectaron su actividad, la conexión entre el delantero y la gente no admite interrupciones.
Con el transcurso del tiempo, ese encanto sigue tomando mayor solidez. Y una nueva imagen se vio cuando Ortega salió a la cancha. El apellido con la “e” extendida fue el canto más escuchado cuando él apareció. Para colmo, River venía de perder inesperadamente en la semana ante Arsenal y la necesidad de éxito era enorme. Por eso, nadie mejor que Ortega para enderezar el rumbo. Con su juego característico de toques precisos, enganches y quiebres de cintura, el jujeño se fue convirtiendo lentamente en uno de los hombres más destacados del encuentro.
Además, Ortega tuvo participación clave en dos de los goles de River. En el primero inició la acción con un pase hacia la izquierda para Ferrari, quien después asistió a Belluschi. Y en el segundo terminó habilitando al chileno Sánchez, aunque quedó la sensación de que eligió patear al arco y el tiro le salió para su compañero.
Pero, antes, Ortega ya había provocado el desequilibrio entre los jugadores de Lanús, eludiendo la marca de Fritzler, el encargado de seguirlo de cerca. A los 10 minutos le cedió la pelota al juvenil Sánchez con un pase recto sobre la derecha, luego de detener su carrera y enganchar ante un rival. Cinco minutos después, el que recibió la habilitación fue Ruben, quien después de desbordar por la derecha lanzó un centro para Sánchez, que no pudo cabecear. A ese ritmo jugó Ortega el primer tiempo. Su repertorio continuó con otro toque desde la izquierda y luego Fernández no pudo vencer a Bossio.
El primer “ole” desde la tribuna bajó a los 25 minutos, cuando Ortega enganchó dos veces ante sus marcadores. El jujeño tuvo dos oportunidades para convertir en la primera mitad, pero su cabezazo se fue por arriba del arco y después su derechazo salió demasiado alto.
En su camino al vestuario, Ortega pudo escuchar otra vez el placer del reconocimiento por su tarea hasta ese momento. La emoción durante la tarde hubiera crecido si el futbolista habría estado más certero en la definición. En su primera chance lanzó la pelota por arriba del arquero, pero éste alcanzó a despejar. La siguiente reacción fue parecida y esta vez la pelota salió apenas por arriba. Y en la más clara intentó asegurarla y la pelota dio en la parte exterior del palo derecho.
El minuto 30 del segundo tiempo marcó la despedida de Ortega de la cancha, para ser reemplazado por Antonio. La ovación fue total. Como para dejar sellado que este romance no conoce de ruptura, más allá de algún alejamiento.
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