RUGBY › OPINIóN
› Por Juan José Panno
Por Los Pumas, por el rugby en este nivel, uno es capaz de quedarse despierto hasta las 4 y media, como con el Juvenil del ’79, como con la Selección de Bielsa en el Mundial de Corea-Japón, como en alguna final Intercontinental. Uno no es del palo, uno es fútbol. A veces demasiado fundamentalista en la defensa del deporte más popular del Universo. Más de una vez uno dijo, mitad en broma y mitad en serio, que los mejores deportes son aquellos que se juegan con una pelota redonda, once contra once, con arcos de 7,32 por 2,44. Tan del fútbol es uno que gritó gol, gol, golazo y despertó a los vecinos cuando Lucas González Amorosino se mandó aquella extraordinaria apilada contra los escoceses. Después uno supo (y se alegró de enterarse) que el tipo había jugado en Brown de Adrogué, Lanús e Independiente antes de recalar en Pucará. No está González Amorosino en la formación inicial del partido contra los temibles All Blacks, porque hay que defender. Uno entiende. No hay ninguna chance de ganarles a los All Blacks, uno sabe cuánto se paga en las apuestas y recibe otros datos sobre la contundencia de los contrarios, pero igual uno tiene ilusiones, confía en el milagro.
Uno no es del palo, pero tampoco es de fierro y se emociona con los muchachos cuando cantan el Himno, pero más se emociona con el coraje que ponen en la cancha para defender cada pelota. En algún momento a uno se le ocurre pensar que tal vez sería mejor no jugar tan defensivamente si después de todo ya se sabe que se va a perder, pero uno debe admitir (se dice uno) que si vas a cambiar golpe por golpe los tipos te masacran. La diferencia es amplia, pero la actuación resulta digna. Hay que sacarse el sombrero por el corazón que ponen estos muchachos. Se perdió, pero nadie del ambiente del rugby hablará de fracaso y está bien. En todo caso, lo que está mal es que en este bendito país se recurra tan livianamente a la palabra fracaso cuando se pierde en el fútbol (Alemania 2006, Copa América 2007), por ejemplo; que se crucifique a un jugador porque no sabe la letra del Himno o se cuestione a otro porque renuncia a la Selección, cansado de las críticas. El rugby es más corporativo que el fútbol, es más chico todo y no ventilan tan abiertamente las diferencias. Hace poco, Felipe Contepomi, en el programa Pura química (lo rescató en una columna de La Nación Daniel Pliner), habló de los negros afuera de la cancha que también son negros adentro. Sonó a cuestionamiento por elevación: un drop a los negros cabeza, a los “negros de mierda”. Pero el tema pasó inadvertido. Los Tevez, los Maradona, los que nacieron en la villa y se convirtieron en ídolos, no suelen ser muy bien vistos en ciertos ambientes elitistas. “El rugby es la Unión Democrática y el fútbol, el peronismo”, exagera un amigo peruca hasta la médula. “Cada uno con sus miserias”, agrega como para suavizar el concepto. Pero ni tanto ni tan poco. No todo el ambiente del rugby se lo pasa criticando a Messi, ni marcando diferencias, ni trazando paralelos con el fútbol.
Con pelota ovalada o redonda, con más o menos pelotas, el fútbol y el rugby tienen muchos puntos en común que deberían servir para unir y no para separar. Para valorar lo que se tiene y pelear por lo que falta. Pero acá es tan difícil...
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