El torneo Inicial que comenzará en los primeros días de agosto plantea, por ahora, más preguntas que respuestas.

¿Conseguirá Boca todos los refuerzos que se propone para mejorar su imagen después de un primer semestre lamentable, el peor de toda su historia? ¿Hasta cuándo lo aguantarán a Carlos Bianchi si los resultados no se dan rápidamente y se empieza a agitar el fantasma de un promedio que puede descender vertiginosamente?

¿Justificará River su chapa de candidato si termina de abrochar las buenas incorporaciones con las que ilusiona a sus hinchas? ¿Ramón Díaz se podrá dar un baño de auténtica humildad para reparar en los errores propios?

¿Podrá Racing –con éxitos propios– dar un salto de calidad que supere la felicidad que por estos días le produce la desgracia ajena?

¿Sostendrá su nivel el campeón, ahora que no está más Gerardo Martino?

¿Mantendrá San Lorenzo el embalaje del último tramo del torneo anterior para pelear bien arriba?

¿Qué aportará el ascendido Rosario Central, además del fervor de su legión de seguidores?

¿Podrá Lanús capitalizar la experiencia del torneo anterior para mantener un andar más regular?

Y mucho más importantes que todas las anteriores, estas preguntas.

¿Se va a poder implementar el sistema de AFA plus, que parece una medida acertada –al menos un intento, habrá que ver– para apuntarles a los violentos?

¿Seguirán programándose partidos a horarios japoneses para competir con un programa de televisión que se las ingenia domingo a domingo para hundirse solo?

¿Se permitirá durante todo el campeonato la presencia de hinchas visitantes, o se retomará a la primera de cambio la idea de esconder la mugre debajo de la alfombra en nombre de la seguridad?

¿Se podrán comprometer los clubes a no apañar a los barrabravas?

¿Se comprometerá el poder político, económico, judicial y policial a no dejar solos a los dirigentes que se propongan cumplir con la ley?

¿Asumirá la oposición que los palos en la rueda que ponen —también en el fútbol— no le sirven a nadie?

Faltan todavía muchos días. Es un buen momento para la reflexión y la toma de decisiones que garanticen que cuando la pelota vuelva a rodar no se trate de una bomba de tiempo.