FúTBOL › TUVO UNA TARDE APACIBLE FRENTE A SU EX CLUB
› Por Juan José Panno
“Tiene un juego aéreo tremendo, se mueve con inteligencia, define con las dos, no arruga ni loco y es un delantero que quisiéramos tener todos los entrenadores”, dijo en la semana Néstor Apuzzo, el director técnico de Huracán refiriéndose a Daniel Osvaldo, a quien conoce muy bien de chiquito, porque fue su entrenador en las divisiones y luego siguió muy atentamente la campaña errante del muchacho por clubes de España, Inglaterra e Italia. “Ojalá que contra nosotros tenga un día tranquilo”, remató el DT. Y de algún modo, Osvaldo le hizo caso a su viejo maestro: tuvo una tarde tranquila y un protagonismo que debe ubicarse por debajo de actuaciones anteriores en su actual club. El mediático delantero esta vez no se hizo notar demasiado, no hizo goles, no le disparó a nadie en las tribunas con la ametralladora que gatilla en los festejos, no le dio de comer pasto a ningún rival y no fue foco de atracción de las cámaras de la tele, a la finalización del encuentro, porque por delante suyo quedó César Marcelo Meli, autor de los dos goles con los que Boca liquidó a Huracán y se trepó a lo mas alto de la tabla de posiciones.
Lo mejor de la producción de Osvaldo fue la asistencia en el primer gol de Boca. Meli le había pasado la pelota en tres cuartos de cancha y el delantero, después de correr un par de metros con el balón, lo miró a Carrizo que corría a su izquierda, pero punteó bien hacia el otro lado, con un toque de categoría para que Meli recibiera la pelota redondita y pudiera definir sin inconvenientes sobre la salida de Marcos Díaz.
En el primer tiempo Osvaldo fue importante para el equipo porque exigió mucho a los defensores de Huracán, y porque tocó con sutileza cuando recibió de espaldas en las cercanías del área, habilitando varias veces a sus compañeros. A veces parece canchero, como que juega con cierta displicencia, cuando elige pasar la pelota con variados efectos, de taco o de rabona, pero sus gestos técnicos seguramente nacen más de una calidad natural que de un afán por mostrarles a todo de qué cosas es capaz y cuanto aprendió en su paso por las canchas europeas.
En el segundo período bajó el nivel como la mayoría de sus compañeros de equipo. Participó poco aun cuando se tiró unos metros atrás cuando el Vasco Arruabarrena dispuso la entrada del pibe Cristian Pavón en reemplazo de Nicolás Lodeiro.
No hizo goles, aunque su promedio de conquistas sigue siendo muy alto (seis en ocho partidos entre campeonato local y Copa Libertadores desde que está en Boca) y en las dos veces que mandó la pelota al fondo del arco, la jugada había sido anulada previamente. “Si le hago un gol a Huracán no lo voy a gritar”, había dicho en la semana. Seguramente hubiera cumplido su palabra. Pero esta vez los goles los hizo Meli. Y él sí, fue el gran protagonista del domingo boquense.
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