Dom 24.10.2004
libros

EN SU SEGUNDA NOVELA, MARIANA ENRIQUEZ EXPLORA CON SENSIBILIDAD Y EMPATíA LAS VIDAS DE UNOS PERSONAJES EXPULSADOS DE LA NORMALIDAD.

La vida puerca

Cómo desaparecer completamente
Mariana Enriquez
Emecé
215 páginas

POR OSVALDO AGUIRRE

Matías tiene 16 años y no se siente un chico normal. Vive con su madre y su hermana en un barrio suburbano, un lugar que fue tranquilo en una época, pero en el que ahora nadie puede sentirse demasiado seguro. Tiene un secreto, que ha guardado contra su voluntad y que en realidad, al menos en su familia, es un secreto a voces: ha sido abusado por su padre durante años. Esos episodios permanecieron ocultos, pero ahora asoman en cada una de las grietas del presente y plantean preguntas desestabilizadoras. En medio de la confusión hay algo bien claro para el personaje: quiere irse. Ese deseo es el punto de partida de una historia aparentemente simple pero que, sin embargo, da muchas vueltas.
La violencia rodea a Matías. Su cuñado fue asesinado en un oscuro enfrentamiento entre dealers y su hermana sobrevivió a un intento de suicidio al precio de quedar reducida a ser una cosa sin habla. El personaje no ha salido indemne: antes de convertirse en fanático religioso y abandonar a su familia, el padre lo agredió de una manera quizás irreparable. El pasado retorna, fragmentario y desconectado al modo de las pesadillas, arrasa lo que encuentra a su paso, como si ocurriera por primera vez, y se retira. Pero el respiro dura sólo lo necesario para preparar la próxima embestida. La crueldad distingue a ese padre, y sin embargo no lo hace un personaje extraordinario. Por el contrario, Matías descubre que no es sino la expresión más definida de algo de lo que también participan su familia, sus vecinos, el chico que parecía ser su amigo.
Los hechos narrados son la punta de un iceberg. Por debajo de la superficie se observa no sólo esa historia devastadora sino también aquello que ocurre alrededor y que aparece como inexplicable. En primer lugar, la desaparición del hermano mayor, que se fue a Barcelona, sin que el protagonista sepa por qué. La novela no es una línea recta sino una espiral donde convergen de manera incesante esos acontecimientos no dichos, misteriosos, incomprensibles, sobre todo a partir de que Matías comienza a buscar una salida. La ciudad se abre y salen al paso otros personajes, distintos, rebeldes, desamparados y que también están en la cornisa y necesitan ayuda, y una chica un poco mayor que agrega un plus de magia en cuanto aparece.
Para orientarse, Matías tiene en principio dos puntos de referencia. El hermano le dejó unos cuadernos con textos de canciones y frases oídas al paso. Por otro lado, pasa muchas horas frente al televisor, y de allí extrae ideas o términos de comparación para pensarse a sí mismo. Pero en ambos casos es como si se parara frente a un espejo que lo refleja en forma distorsionada. El hermano pudo anudar lazos con el mundo y al fin escapar del infierno; es alguien que precisamente pudo evitar el desastre y por eso, en el recuerdo, su figura crece y se carga de atributos. Los reality shows muestran cada tarde a otras víctimas de abusos, pero Matías no se reconoce en esos relatos espectaculares: allí, piensa, “su caso sería un aburrimiento total”. Aquellos cuadernos que tomó como legado -una interpretación que implica un acto de idealización– parecen contener todas las respuestas, aunque cada consulta termina con una decepción. “Cuando le parecía que el cuaderno le estaba diciendo algo –se dice–, al final lo confundía.”
Mientras hace su juego, Matías encuentra en la calle un espacio propio, y sobre todo ese calor humano que le era desconocido y que se comparte, y Mariana Enriquez lo sabe crear y transmitir. Cómo desaparecercompletamente introduce personajes y márgenes todavía poco y a veces mal transitados en la narrativa argentina, y lo hace desde la perspectiva de alguien que conoce de qué y de quiénes está hablando.
A diferencia de lo que ocurre con otros relatos sobre la droga, la discriminación sexual y las distintas formas de exclusión social, el narrador no habla desde un exterior incontaminado sino desde el mismo lugar en que se sitúa aquello de lo que se ocupa. Por eso, no es solamente una intriga inquietante y conmovedora lo que aquí se cuenta sino también la elaboración de un lenguaje donde resuenan voces crispadas por la violencia y el desamparo: las voces de los expulsados de ese pobre paraíso que es la “normalidad”. Al margen del peso que asume el protagonista, la eficacia de la narración consiste en la recuperación de esas voces que están en el habla, pero no en la literatura.
Esta novela presenta una de esas historias que tienen pendiente al lector hasta el final y que se sigue con tanta expectativa como temor porque no puede terminar mal, porque la suerte de los personajes no es de ninguna manera indiferente para quien los conoce.

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