BARICCO
En la tensión entre lo clásico y lo moderno, Alessandro Baricco hizo un original trabajo con la Ilíada. La “versionó” para poder adaptarla a una lectura pública frente a un auditorio masivo. Y al hacerlo, la recreó.
Por Mauro Libertella
Homero, Ilíada.
Alessandro Baricco.
Anagrama.
187 páginas.
Podría pensarse que es una especie de “Ilíada para Principiantes”, pero no. La clave de lectura del nuevo libro de Alessandro Baricco la da el prólogo para la edición traducida. El autor italiano nos cuenta que quería leer públicamente la Ilíada, pero que rápidamente se dio cuenta de que para semejante empresa necesitaba de, por lo menos, unas cuarenta horas. Buscando una salida posible, Baricco pensó en intervenir el texto original para adaptarlo a una lectura pública. El resultado es el libro Homero, Ilíada, producto de casi dos años de trabajo con el clásico antiguo.
Pero primero hagamos un pequeño recorrido por la historia de Alessandro Baricco, que no es un autor desconocido en nuestro país. Su nouvelle Seda, que le valió la consagración pública, impactó en nuestro país de un modo extraño: no fue lanzada con un avasallante aparato de marketing, pero el más efectivo boca a boca fue dándole a la pequeña novela el carácter de longseller. Baricco nació en Turín, Italia, en 1958. Un doble amor juvenil por la literatura y por la música lo llevó a escribir sus primeros artículos en diarios y revistas, alternando entre la temática musical y la literaria y tejiendo una fusión personal de ambas. Colaboró también en programas de radio, dando inicio así a una faceta de comunicador social que llegó a su punto cúlmine con la conducción de algunos programas para la televisión italiana. A principios de los años 90 Baricco da un vuelco brusco en su vida: deja a un lado la vida mediática y se dedica a escribir literatura. Funda la escuela de técnicas de escritura “Holden”, en homenaje al mítico personaje-narrador de The Catcher in the Rye, de Salinger. A lo largo de los años 90 fueron llegando las novelas que lo consagraron: Océano Mar (1993), Seda (1996) y City (1999), y algunos libros de teatro.
Lo que se propuso Baricco ahora es una tarea que linda con lo arquitectónico y lo arqueológico: edificar una Ilíada moderna tomando como materia prima los ladrillos que ya puso Homero, y dejándolos atravesar por siglos de humanidad. Para hacerlo se valió de algunos recursos que conviene resaltar. En primer lugar, el autor efectuó una serie importante de cortes para aligerar el relato. Están eludidas, así, las repeticiones (que en la Ilíada son muchas) y, lo que implica una instancia de intervención mas decisiva, también lo están las escenas de los Dioses. Así lo hizo, dice, porque “son las partes más ajenas a la sensibilidad moderna y a menudo rompen la narración”. Esto nos debería dar ya una idea del trabajo acometido. Hay también una búsqueda de un ritmo y de un estilo actual en la edificación de este nuevo relato. No confundamos: el tipo de escritura de esta Ilíada está más bien cerca de las traducciones más modernas de la obra. No estamos enfrentados al lenguaje de hoy, sino más bien ante la lengua antigua mediada por las formas de lengua contemporáneas, actuales. Y esta intervención es definitiva. Por otro lado, el autor de City ha pasado la narración a primera persona. Así, los distintos personajes del relato se van sucediendo o, mejor, se van pasando la posta en la narración, que de todos modos sigue siendo lineal. El recurso de derivar esa gran tercera persona da como resultante una prosa ágil y rica (ya en Océano Mar Baricco se valía de la multiplicidad de narradores). Y si bien es cierto que esas primeras personas a veces no lo son tanto, y se dejan seducir por la narración omnisciente, es allí donde la versión vuelve, como imantada, hacia su original. Y esta es una recurrencia importante, y atraviesa todo el libro. Allí donde el relato despliega su modernidad y su forma actual, allí también está, inescindible, el original.
Hagamos un ejercicio: tomemos el libro de Baricco y pensemos que se trata de una nueva novela del autor italiano. Diríamos, entonces, que el estilo es tal vez demasiado clásico, pero muy bien logrado. Y pensemos, ahora, que el libro es una traducción castellana de la Ilíada. Opinaríamos ahora que la versión es en extremo moderna, pero que su lenguaje no deja de ser exquisito. Es en esa tensión, justamente, en donde radica la virtud fuerte de Homero, Ilíada, y en donde se vuelve un libro importante. Tal vez este libro esté contestando a la pregunta por cómo se lee a la Ilíada en el siglo XXI, y entonces la respuesta sería el libro mismo. Se deja leer así una problemática que Borges planteó, con maestría, en “Pierre Menard, autor del Quijote”. ¿Cómo leen las generaciones de lo hombres una obra escrita siglos atrás, y que aquí y ahora es la misma pero no lo es? Homero, Ilíada es por eso, a un mismo tiempo, una teoría de la narración, de la crítica –o de la lectura– , y de la historia. Se mantienen en el relato las bases fuertes del libro de Homero: el destino que no se puede torcer, el designio de los Dioses, el honor y la valentía del guerrero (la concepción antigua de la batalla) y la palabra autorizada del sabio, pero nunca dejamos de leerlos desde el aquí y el ahora. Y también es un logro que cada narración mantenga el necesario matiz de la oralidad, un rasgo literario que se fue transformando con el paso de los siglos.
El libro que ahora publica Anagrama –pero en su idioma original– fue leído finalmente por el autor de Seda en Roma y en Turín el año pasado. Dicen que a las dos lecturas asistieron (pagando) más de diez mil personas, y que la radio italiana trasmitió en directo el espectáculo. De esa experiencia nos llega hoy, a nuestras librerías, un clásico griego intervenido en italiano y traducido, al fin, al castellano.
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