Sáb 13.07.2002
libros

UNA NUEVA VANGUARDIA: LOS ESCRITORES Y EL “QUESEVAYANTODISMO”

La prensa y el espacio público

POR LUCRECIA MONTALBAN

En su edición del martes 9 de julio pasado, un pasquín que difunde el ideario de la extrema derecha vernácula anunció en su tapa, bajo el título “Otra marcha de activistas de izquierda”, que “Trotskistas, comunistas, maoístas, guevaristas y otros ismos ya caducos marcharán hoy disfrazados de piqueteros en demanda de una ‘segunda independencia’ a Plaza de Mayo. A partir del garantismo oficial, los activistas tienen vía libre para ocupar espacios públicos”.
Dejemos de lado la crítica gramatical. Sabido es que la extrema derecha, como los animales, tiene una relación conflictiva con el lenguaje. En lo que habría que detenerse es en esa concepción contra el espacio público, que es público precisamente porque cualquiera tiene “vía libre” para ocuparlo o atravesarlo, sin necesidad de “garantismo oficial”, salvo bajo aquellas formas de Estado como el fascismo que, precisamente, transforman el espacio público en campo de operaciones. En la perspectiva del pasquín, el deseo de ocupación del espacio (o el espacio público como lugar de todos los intercambios) es índice de activismo de izquierda, sobre todo en sus formas “caducas”.
¿Y qué decir de la hipótesis del disfraz? ¿Es el lobo disfrazado de cordero? ¿Pero entonces los activistas de izquierda son los lobos y los piqueteros los corderos? ¡Qué problemas trae la moda retro! Había que ir al espacio público a ver quién estaba ocupando qué y bajo qué máscara o disfraz, lo que no iba a ser fácil teniendo en cuenta las expectativas de ocupación de ese espacio público (y simbólico) que es Plaza de Mayo.
Había, en efecto, más de treinta mil personas (disfrazadas o no). Además de las columnas de militantes de izquierda de rigor (partidos políticos, centros de estudiantes, asambleas barriales, etc., llega un punto en el que hasta una asociación profesional supone una militancia para algunos tenebrosa), muchas parejas (¿trotskistas?) tomadas de la mano. Algunos padres con sus hijos (¿maoístas?) al hombro, las previsibles banderas guevaristas, una correctísima columna que portaba la pancarta del “ARI San Isidro” (seguramente disfrazados), una Asociación de Poetas Argentinos, un grupo de Trabajadores de la Industria Editorial, la CHA (Comunidad Homosexual Argentina), el Grupo de Teatro Catalinas Sur, y hasta, ¡sorpresa!, un grupete de Autoconvocados por el Tango.
En un ángulo de la plaza se observaba la bandera de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina, seguramente un nido infectado de futuros ismos ya caducos (surrealismo, modernismo, ¡ultraísmo!, realismo, concretismo, multiculturalismo o post-colonialismo). Radarlibros conversó con la Comisión Directiva de la SEA, para tratar de descubrir qué horrores ocultaban detrás de sus disfraces. Se trataba, intentaron hacernos creer, de repudiar “enérgicamente la salvaje represión desatada sobre el movimiento piquetero, con motivo de las movilizaciones del miércoles 26 de junio, que costaron la vida a Darío Santillán, del MTD de Lanús, y a Maximiliano Kosteki, de la CTD Aníbal Verón”. En la perspectiva de la SEA, el “accionar de la Policía Bonaerense, asesinando a sangre fría a estos jóvenes en la estación Avellaneda, y el de las fuerzas de seguridad, que provocó cerca de doscientos piqueteros heridos con balas de goma, perdigones y balas de plomo, hicieron revivir el horror de la dictadura militar”.
Hacía frío el pasado 9 de julio. Pero no nos dejemos engañar por las condiciones climáticas. Seguramente tanto gorro, tanta bufanda, tanta campera con el cuello levantado servían para disfrazar la oscuradeterminación de llenar Plaza de Mayo de caducos ismos. Por algo lo que más se escuchó fue el reclamo de caducidad. De los mandatos, claro.

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