Sáb 31.12.2005
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Patti, la buena

› Por Martín Pérez

“Abro la puerta como un poeta fértil, dándose a conocer.” Aquel verso de Andrés Calamaro en la versión de fines de los ‘80 sirve mejor que ningún otro para describir los primeros pasos públicos de Patti Smith, tal vez la gran poeta del rock de Nueva York, esa Dylan en versión femenina que el punk heredó casi sin quererlo y que supo construirse a sí misma hasta llegar al mito por prepotencia de trabajo. La leyenda de Patti habla de aquella niña de pueblo, fanática de los Stones, Dylan y Rimbaud, que se muda a Nueva York para tomarla por asalto a fuerza de rimas y actitud, y que recién a los veintinueve llega al disco totalmente formada, capaz de espetar desde el primer verso de su primer tema una declaración contundente como pocas: “Jesús murió por los pecados de alguien, pero no por los míos”.

Cronista oficial de la escena neoyorquina de los años ‘70, biógrafo de Debbie Harry, Lou Reed y John Cale, Victor Bockris recorre con precisión, minuciosidad y entusiasmo aquellos primeros años de la gran musa del punk en Patti Smith (Mondadori), la biografía no autorizada que editó recién a fines de los ‘90, y que casi como un regalo de Navidad se consigue en las mesas de oferta de Corrientes por la módica suma de 5 (¡cinco!) pesos. “En el Nueva York de principios de los ‘70, una de las cosas más formidables que uno podía hacer era dedicarse a la poesía”, apunta Bockris desde el prólogo de su libro, y lo hace con conocimiento de causa, ya que supo ser en aquel entonces el responsable de una pequeña editorial en la que Patti Smith, aunque ya era una figura de la escena, publicó su primer poemario. Como es el caso de aquella esperada biografía de Dylan a cargo de Robert Sheldon, el periodista que lo descubrió en las páginas del New York Times, lo mejor del libro de Bockris es cuando habla de lo que conoce de primera mano, el relato de la construcción del mito. Casi un manual de instrucciones de cómo pavimentar el propio camino a la fama, es fascinante ver –incluso con los ojos ya no tan fascinados de Bockris– la creación del personaje de Patti Smith. Y, en el camino, recorrer de la mano de un iniciado una suerte de museo de la fama neoyorquina, con Robert Mapplethorpe, el gran amigo de toda la vida de Patti, como personaje principal.

Es cierto que se puede leer el libro de Bockris también como la crónica de una caída en desgracia anunciada del biógrafo, que de aquella cercanía inicial con la protagonista de su biografía, pasa a ir escribiendo desde cada vez más lejos del centro de la escena los siguientes capítulos de su vida. El mito de Patti Smith continúa con la poeta maldita alcanzando una cierta masividad antes de retirarse para dedicarse a su familia, y regresar –en una de las grandes sorpresas felices del rock de los ‘90– a los escenarios luego de la muerte de Fred “Sonic” Smith, su marido, ex guitarrista de los míticos MC5. Allí es donde aparece la que tal vez sea la mayor revelación de la biografía de Bockris, que sostiene que la principal razón de su extenso retiro fue su devoción hacia un marido alcohólico y, a veces, violento. Pero la gran virtud del libro, como suele suceder con las grandes biografías del rock, es despertar en los fans las ganas de volver a escuchar los discos de Patti como si fuese la primera vez. Y, en los legos, esa curiosidad de ver cómo es eso de abrir la puerta como un poeta, dándose a conocer. Con la guitarra colgada al cuello, y los pecados como propios, y nada más que propios.

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