Dom 23.04.2006
libros

ADIEU: MURIEL SPARK (1918-2006)

Misterio y maneras

› Por Sergio Di Nucci

Lejos de su Edimburgo natal, cerca del Vaticano y en vísperas del Viernes Santo, murió a los 88 años Muriel Spark, una de las escritoras más exigentes y cáusticas de la lengua inglesa, célebre por una veintena de novelas desconcertantes que le valieron la admiración de Evelyn Waugh y Graham Greene (católicos born again) y Gore Vidal (fundamentalista ateo). De las tantas acciones incomprensibles cuya suma es la vida de Spark, hay quienes encuentran de muy mal gusto la conversión al catolicismo de esta tozuda escocesa calvinista de padre judío. Desde nuestro horizonte siglo XXI –que por facilidad u obstinación llamamos laico–, se hace arduo entender por qué alguien abraza una fe que parece caduca, irracional, infantil. Con ánimo tranquilizador, se sostuvo que la conversión de Spark se debió a razones muy exteriores y marginales: la afición, desde luego irónica, por los rituales, el formalismo, la liturgia teatral, los símbolos ricos y complejos. En todo caso fue después de su bautismo en 1954 que Spark escribió su primera novela, Los consoladores (1957). En el catolicismo había encontrado una estética: “Es la única religión racional. Allí existe una belleza de la ética”. A los periodistas británicos les gustó siempre consignar que los métodos de trabajo de Spark eran ritualísticos: sólo escribía a mano, en cuadernos de marca escocesa, y con determinadas lapiceras. Si otro usaba esa lapicera, la tiraba: temía que afectara su escritura. La fábrica escocesa había cerrado y Park sabía cuántas novelas escribiría antes de morir: tantas como entrarían en los cuadernos que había comprado con femenina previsión. La última que publicó fue The Finishing School (2004, todavía no traducida al castellano, algo así como Una lección sobre cómo terminar o La escuela de perfección). De Graham Greene, que le ofreció veinte libras por mes cuando ella empezó a escribir novelas (a condición de no verla nunca), Spark aborreció su catolicismo culposo pero irresponsable (“No comparto su visión religiosa cortada a medida que le permite hacer todo sin cuestionarse nada”).

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