Tratado de cristalografía
CRISTALES
Lucas Rozenmacher
Aurelia Rivera Grupo Editorial
Buenos Aires, 2002
82 págs.
POR JORGE PINEDO
Permanecerá ignota la razón por la cual algunos autores eligen el título de uno (y sólo no) de sus cuentos a fin de designar el libro que los alberga. Sucede lo mismo con la canción que emblematiza el álbum de un músico que, también, nunca suele ser la mejor o la más representativa del conjunto. Entre el autor y cada una de sus obras existe, perdura, un romance íntimo imposible de transmitir. Tan habitual como inevitable, en el cuento nominado “Cristales” por Lucas Rozenmacher tampoco se hallarán las características que tornan tan particular su prosa. Sin quitarle méritos, el cuento “Cristales” transcurre entre sístoles y diástoles oníricas, al modo de un ejercicio.
Por su parte, Cristales (el libro) va cobrando envión con historias unitarias cuyo azaroso despegue en el mes de julio de 1952 –muerte y fastos funerarios de Eva Perón– de manera alguna ha de descifrarse como una clave para lo que sigue. Inicia, sí, la experimentación sobre una primera persona como voz narrativa que rara vez se corre, sin declinar su habilidad para travestirse, mutar, volver sobre sí misma y rotar en torno a la cotidianidad urbana del lenguaje. Rozenmacher construye frases que son párrafos, sin temor a la obsesión disfrazada de redundancia (“cualquier eventualidad que retrasara la boda la pondría en peligro in eternum, es decir que tal vez no se realizaría nunca jamás”) o al golpe cacofónico (“una sonrisa disimulada se quedó con la imagen congelada de la tipa desfigurada”) que le otorga a la narración una curiosa resonancia poética. Soltura que habilita al autor a selvas gramaticales capaces de, cada tanto, desafiar la retina del lector (“mi cabeza da contra el parante de la cama y me vuelvo a ver frente a mí mismo y veo la desaparición en pleno cortejo de la Basinger, yo me arranco el aparato genital sin que se vierta sobre el piso ni un poquito”) con cadencias que vagan por las fronteras de lo sórdido.
Sin lugar a dudas, “Rastros”, la historia con la que se cierra el libro, alcanza un clímax narrativo excepcional, hilando un relato isleño de crímenes expectantes enredados en otros crímenes, posibles casi más que reales. Acariciando una lengua coloquial, “Felizmente” compone otra historia más pulsada en la cuerda del delirio en la vida y pasión de un vulgar trapo de piso con el que se puede identificar cualquier argentino medio. En esa continuidad, la narrativa de Rozenmacher alcanza a evitar aquel tufo autobiográfico que impone el molde de la iniciación tallerista y hace metástasis en los escritores marcados por una estética unívoca. Por el contrario, se inviste en pieles sucesivas que le brindan a los personajes retóricas creíbles, plagadas de giros propios de lugares, clases y tiempos disímiles.
Puesto en circulación por la flamante editorial Aurelia Rivera, Cristales de Lucas Rozenmacher comparte las primeras entregas del sello con Natalia Calzón Flores (María de los Dolores), Martín Tufró (Sextaesencia) y Robertino Granados (Travelling Movie), cuatro volúmenes que auguran una línea orientada a la narrativa y la poesía. Apuesta valiente si las hay en un país y en una hora como las actuales.