Hablar de nuestro software
Exquisito cadáver
Rafael Acevedo
Adriana Hidalgo
Buenos Aires, 2002
208 págs.
POR PABLO PÉREZ
El joven escritor puertorriqueño Rafael Acevedo –lo de joven se deduce por la foto de la solapa: pelo blanco plateado, candado negro, mirada lúcida, rostro juvenil–, tras haber publicado cuatro libros de poemas, se aventura a escribir ciencia ficción, género que, considerado muchas veces cliché o entretenimiento, se mantiene al margen de la “literatura”, y mucho más de la literatura latinoamericana, donde lo fantástico rara vez traspasa los límites del realismo mágico. ¿Aire nuevo? ¿Un acontecimiento insólito el que una novela de ciencia ficción haya obtenido la primera mención en el premio Casa de las Américas? Tal vez sí lo primero y no tanto lo segundo, si consideramos que durante el siglo pasado muchos camaradas escritores de la ex URSS exploraron el género.
Si bien Exquisito cadáver es una novela, el autor prefiere mantener un pie en la poesía desde el título. Y así funciona, como un cadáver exquisito –vacío de sentido– de frases escritas por diferentes autores, según nos lo advierte Julio (¿el narrador?) desde un epígrafe al primer capítulo: “Ninguna de estas palabras es mía. Hay citas, de variada extensión, de Lezama Lima, Paul Virilio, César Portillo de la Luz, Pedro Flores, Deleuze y Guattari, Toni Negri, Los Evangelios, Federico Nietzsche, Samuel Beckett, Spinoza, Marx, Jean Baudrillard y otros, que el navegante podrá hallar y cuyo recuerdo escapa a mis capacidades”.
También como un cadáver exquisito parecen sucederse los capítulos uno tras otro, a la manera del cut-up de Burroughs en El almuerzo desnudo: los papeles desordenados de un escritor junkie ordenados por los amigos cronológicamente o por temas. La diferencia es que, en el mundo creado por Acevedo, el papel ya no existe, solamente el cyberespacio, y el junkie que nos habla es en realidad un cyberjunkie, agente de investigación en crímenes, que dice no tener nada que contar. (¡Nada más desesperante que una novela que no cuenta y que pretende ser, además, un “ejercicio de lectura”!) Él, vestido con el traje de fibra óptica de su máquina de visión o desnudo, se siente una máquina dentro de otra: “¿Quién no es una?”, piensa. “Mi carne, en fin, es una cápsula de información en las entrañas de un gran ordenador.” Y concluye: “Hablar es nuestro software”.
Poco importa lo que sucede en la novela, ni siquiera los asesinatos que el protagonista debe investigar, puesto que ya no sabemos qué es lo que existe y lo que no, y porque todo el caos de texto parece ser el resultado de varios virus informáticos que se hospedaron en el cuerpo del narrador. Esta novela que, según la definición propuesta por Umberto Eco para la ciencia ficción, podría denominarse de “anticipación”, en realidad no anticipa nada nuevo en lo que se refiere al mundo y a la ciencia del futuro explorados por el género: escasez de agua, cyborgs, viajes en el espacio y en el tiempo, etcétera. Pero eso tampoco importa, porque Exquisito cadáver es como uno de esos libros de poemas que, por más que uno lea o relea, jamás terminará de leer.