TESTIMONIOS
Un original asedio a varias voces acerca de la condición femenina, sus presupuestos y sus malentendidos.
› Por Jorge Pinedo
No somos perfectas
Mori Ponsowy (editora)
Del Nuevo Extremo
230 páginas
Toda narración hecha texto se impone como ficción allí donde el estilo hace de verosímil por encima del acontecimiento histórico. Aun esa lábil primera persona del singular que exige al lector una identificación contingente, de modo alguno basta a fin de garantizar nada. Sucede, más bien; en función de la potencia que el autor le otorga y en proporción a la sensibilidad del lector que acepta el trato. Acuerdo tácito al que accedieron dieciocho artistas argentinas convocadas por Mori Ponsowy, quien las impulsó a procurar dar cuenta de sus respectivos tránsitos por los senderos que las llevaron a la invención de su libertad. Cada cual, entonces, se abocó a describir cómo trazó su camino “en vez de seguir el que parecía estarnos destinado desde tiempos inmemoriales”: la faena doméstica, la maternidad, la sumisión sexual.
Como lo señala la escritora Patricia Suárez al desenvolver una experiencia de matrimonio abierto, se trata también de “un exculpar y disociar un poco la relación amorosa de la relación sexual”.
Al recorrer vías heteróclitas, cada relato confluye en una suerte de gema de sutiles facetas y No somos perfectas entonces abarca de la laceración al humor. Este es el perfil que adopta Liliana Escliar (premio Planeta, guionista de Mujeres asesinas) al describir El amor de remate en sucesivos ítem que describen mediante un inquietante plural cómo “Dejamos de vincularnos y empezamos a ofrecernos”. La relación madre/hija es revisitada por la poeta Laura Yasán, mientras la cineasta Julia Solomonoff desempolva las peripecias de una profesión trashumante y la cuentista Romina Doval se debate en el medio de la aparente contradicción entre estar sola o acompañada. Conmovedora, precisa y de alto vuelo, Angélica Gorodischer ilumina con los brillos de un lápiz labial mítico (el Tangee Natural) los avatares de una pareja a lo largo de cincuenta años.
De ascendencia japonesa y alemana, la escritora Anna Kazumi Stahl vierte cuatro perspectivas (incluyendo la propia) de otras tantas mujeres cuyas historias atraviesan océanos. Otra cuentista, Inés Garland, verifica los correlatos entre padre y partenaire, mientras Maite Jáuregui (pseudónimo tras el cual se esconde una psicóloga del ámbito local) despliega algo así como una charla sobre la envidia del pene, y la poeta Vanesa Ragone conmueve con una historia de amor desdichado en el que “como en el cine: todo es presente”.
Luego de que la cineasta María Victoria Menis protagoniza su propio cuento de hadas, la poeta Liliana Lukin logra uno de los relatos más afiatados al desarrollar una hipótesis en torno de la continuidad entre cuerpo y producción literaria. Como cabal teatrista, Susana Torres Molina convoca a cinco amigas cincuentonas a una escena de evocaciones y presagios dotados de pasos de comedia brillante.
Actriz, escritora, directora, Vera Fogwill juega con sus propias definiciones en un vértigo que le hace “ver rutas donde no hay siquiera caminos”. En tanto la música Liliana Felipe responde desde México con síntesis y poesía, la escritora María Fasce retorna sobre la antigua leyenda, esta vez según la mirada de Yocasta. La periodista Sandra Russo recorre otra historia de amor que se hace eterna por ser la última, al tiempo que gambetea la angustia mientras encuentra la próxima. Cierra el volumen la escritora rosarina, inminente rock-star, Beatriz Vignoli, con un relato impecable e histriónico que concluye con una pregunta que bien podría abarcar al conjunto: “¿Qué es una mujer?”.
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