Dom 05.11.2006
libros

INéS GARLAND

El hombre quieto

La nueva novela de Inés Garland trabaja sobre la autobiografía y la ficción, con el discurso de un polista parapléjico como centro.


El rey de los centauros
Inés Garland
Alfaguara
222 páginas.

Alguna vez se dijo que toda obra de arte tiene siempre una cuota autobiográfica y, al mismo tiempo, nunca puede sustraerse de contar algo absolutamente ajeno. El rey de los centauros es la nueva novela de Inés Garland, quien se había desempeñado algunos años atrás como realizadora de documentales de arte. Una de sus protagonistas –Julia Báez– comparte algunos rasgos de su vida laboral. En medio de una mudanza, Báez es contratada para hacer la biografía autorizada de Teo Filippis, un consagrado polista que encarnaba una especie de Huberto Roviralta de los ’70 y queda paralítico luego de que su yegua tropezara en un partido. Pero la biografía del libro está pautada en términos de desgrabación: es decir que la escritora tiene que servir de oyente al discurso del polista en decadencia. Y, como en materia de erotismo un tropezón no es caída, Julia Báez desempeña un triple papel de escritora, psicoanalista y amante del accidentado.

A pesar de que Inés Garland contaba ya con una carrera literaria –fue finalista del premio Planeta 2004 con su primera novela El dios de Le Mans y ganó el Concurso Iberoamericano 2005 de la Fundación Avon con su cuento “Los dulces sueños están hechos de esto”–, El rey de los centauros tiene algo de novela de iniciación. Quizás debido a la identificación entre Garland y Julia Báez, quien luego de que la editorial le rechaza la biografía del ex polista por interpretar su discurso, se dispone a escribir un libro para demostrar la seriedad con que se toma su vocación literaria. También la carrera literaria de Inés Garland, que comenzó en el taller de Liliana Heker, a quien considera su maestra, está hecha a fuerza de trabajo. Y lo que aporta la escritura de Garland es una gran claridad que se vislumbra sobre todo en la precisión de los argumentos. En ese sentido, la búsqueda de Garland parece ser una búsqueda de lo clásico. Esa es la ambición de El rey de los centauros, cuyo acertado título funciona a varios niveles. Por un lado describe un poco ese elitista y desconcertante mundo del polo en el que el jugador desarrolla una unidad con su animal y, como describe la propia Julia: “Tiene algo de semidiós”. Pero también alude a la dura convivencia entre un cuerpo que supo ser casi divino y una silla de ruedas. Por último, lo de centauro (palabra que no aparece en el cuerpo de la novela) remite a una división que tiene que ver con lo propio y lo ajeno, lo autobiográfico y lo imaginado, lo que muestra y lo que oculta todo ser humano.

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