Dom 05.11.2006
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Serie roja

Llegan a la Argentina los libros de Boris Akunin, un prestigioso crítico y traductor ruso que se reveló como autor de policiales tan divertidos como exitosos.

› Por RODRIGO ORIHUELA

Hace ocho años, el ruso Grigori Chjartishvili, crítico literario y académico especializado en lengua japonesa, decidió que los lectores de la clase media de su país, no demasiado interesados en leer a los clásicos, merecían tener libros comerciales de buena calidad y se propuso escribir novelas policiales que llenaran ese vacío. La idea se le ocurrió al ver a su esposa leer un policial en un subte de Moscú: había forrado la tapa del libro para que nadie se percatase de lo que estaba leyendo. Según Chjartishvili, su mujer era una de tantos rusos avergonzados de leer libros baratos.

Chjartishvili, más conocido como Boris Akunin, alcanzó su objetivo publicando nada menos que quince libros en ocho años. Su decisión inicial de usar un seudónimo se debió a su vergüenza ante la idea de que alguno de sus amigos o colegas pudiera reconocerlo. La palabra japonesa Akunin significa “hampón o malvado”, pero también juega con el apellido del anarquista ruso Mikhail Bakunin.

Las quince novelas de Akunin, traductor al ruso de Yukio Mishima, están divididas en tres series: la más famosa es la del policía Erast Fandorin. Los libros son un éxito en Rusia, con más de 10 millones de copias vendidas, y recibieron excelentes críticas en España, Alemania, Francia, Gran Bretaña e Italia; además, en su país natal, sirvieron de base para una serie de televisión y dos películas.

Además de la elección del seudónimo, otra decisión clave fue elegir el momento histórico de las aventuras de Fandorin, que transcurren alrededor de 1880. “Es una época importante para entender la situación actual de Rusia. Tanto entonces como ahora, Rusia atravesó importantes cambios económicos y el país enfrentó el dilema de elegir entre una forma de ser específicamente rusa o integrarse con Europa, el dilema de elegir entre los valores individuales y los colectivos”, explica Akunin.

Este año, la editorial Salamandra publicó los cuatro primeros libros de Akunin en la Argentina y en ellos es posible apreciar cómo el autor ruso pasa de un género a otro sin cesar. En El ángel caído, Erast Fandorin es un joven policía novato moscovita de 20 años sin conocimientos, capacidad deductiva o habilidades físicas particularmente extraordinarias. La aventura, que lo lleva a conocer Londres y París, se desarrolla en medio de una candidez y una torpeza cercanas al absurdo. Un inesperado toque final la convierte, además, casi en una novela de iniciación.

El cuarto y último libro de la saga disponible en las librerías locales, Conspiración en Moscú, transcurre seis años después con un Fandorin no sólo más experimentado sino también más cinematográfico: después de trabajar cuatro años como agregado en la embajada rusa en Tokio, el detective ha aprendido el arte de los ninjas y se ha convertido en algo a mitad de camino entre el enérgico Karate Kid y el refinado Hercules Poirot, capaz de enfrentarse a lo peor del hampa moscovita. Aquí, Akunin también incorpora un lacayo, el mujeriego japonés Masa, que refuerza las similitudes entre Fandorin y el Inspector Closeau de Peter Sellers, aunque quizás algo menos ridículo.

Entre El ángel caído y Conspiración en Moscú están Gambito Turco y Muerte en el Leviatán. Gambito Turco lleva a Fandorin a saborear la vida de un espía ruso en medio de la guerra de Crimea, en lo que podría ser un homenaje (o una burla) a los grandes del género como John Le Carré e Ian Fleming. Muerte en Leviatán se asemeja a una novela de Agatha Christie, con diez sospechosos viajando en barco ante la mirada de un ególatra policía francés, con nula habilidad deductiva e incapaz de reconocer los aportes de Fandorin a la investigación. El viaje del Leviatán es el que lleva a Fandorin a Tokio, etapa sobre la que Akunin aún no ha escrito.

En las novelas de Akunin, si bien el bueno siempre gana, también existe la noción de que siempre hay entre bastidores un enemigo más poderoso (por lo general vinculado con las altas esferas gubernamentales rusas) que maneja la situación y puede salir indemne, o por lo menos resurgir de sus cenizas. Allí se hace patente que Akunin escribe tanto sobre la Rusia zarista como sobre la Rusia actual.

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