GIESENOW
Se trata de ganar, pero mejor hacerlo con una comprensión global de la psicología de los equipos deportivos.
› Por Jorge Pinedo
Psicología de los equipos deportivos
Carlos Giesenow
Claridad
320 páginas.
¿Qué importancia tiene la comunicación en los equipos? ¿Por qué un equipo con jugadores de menor riqueza técnica puede rendir mejor que uno con jugadores más dotados pero que no congenian? ¿Cómo lograr que todos se concentren en el mismo objetivo? Tales y otras cuestiones encabezan los sucesivos capítulos de Psicología de los equipos deportivos, donde Carlos Giesenow procura desarrollar un manojo de “claves para formar equipos exitosos”. De amplia experiencia en esa rama de la psicología que atañe al cuerpo, al movimiento y a la competencia, el autor arranca del sentido común pautas y principios focalizados en un propósito en apariencia unívoco: ganar y basta. No obstante, a medida que se desandan los pormenores de estas prácticas comienza a desprenderse la intrincada diversidad de abordajes y perspectivas.
Psicología aplicada, la deportiva se emparienta más con la empresarial y educativa que con la clínica y, en tanto tal, cobra su eficacia de los modelos sistémicos y cognitivistas en los cuales existe la realidad, la intersubjetividad, la comunicación y el metalenguaje. Imperio de la voluntad y el pragmatismo ligados al desarrollo reflexivo en el campo de la interacción humana, la propuesta de Giesenow apunta a generar un “como si” en el espacio que se abre entre los deportistas y el equipo técnico que los conduce. Con cuadros sinópticos, gráficos, tablas, listados y figuras que confluyen en ejercicios, se trata de trabajos prácticos cuya meta es obtener indicadores que colaboren en el diagrama organizativo, la toma de decisiones y el establecimiento de prioridades tanto o más que en la prevención y solución de eventuales conflictos. Con el acento depositado prioritariamente en el coach por sobre el atleta, la psicología del deporte procura equilibrar conductas con motivaciones mediante una gramática que le es propia, parte de la observación y se sostiene en esas evidencias que, por serlo, suelen pasar desapercibidas: “Como las personas valoran su pertenencia a grupos cohesionados, están dispuestas a ajustar sus conductas a los parámetros del grupo. Esto los expone peligrosamente a la manipulación. Nunca se debe subestimar el poder de gente muy estúpida o malintencionada en grupos grandes”.
Actualizado como pocos (ejemplifica con el paso de Ricardo La Volpe por Boca Juniors en el segundo semestre de 2006), Psicología de los equipos deportivos necesariamente –y por fortuna– se aparta de los mohínes del psicologismo freudista no menos que de la impronta de la sexualidad por fuera de los objetivos pautados (“no tiene sentido prohibir la intimidad sexual entre dos integrantes del equipo, lo que se puede hacer es asegurarse de que las amistades y las relaciones no sean exclusivas (...) Una relación homosexual dentro de un equipo no es más complicada, por ejemplo, que una relación heterosexual en el ámbito laboral”). Faltaría más: es inimaginable la sola idea de un jugador pateando a la red mientras le pregunta al arquero: ¿y a usted qué le parece?
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