VEGA
Promesa de felicidad o, por lo menos, de no infelicidad, el arte contemporáneo es puesto bajo la lupa en una serie de lúcidos ensayos.
› Por Mariano Dorr
Lo contrario de la infelicidad
José Fernández Vega
Prometeo
172 páginas.
El sugerente título del libro proviene de un texto de Stendhal (Roma, Nápoles y Florencia) donde aparece una idea que Adorno (después de encontrarla en Nietzsche) convertiría en lema: el arte entraña una "promesa de felicidad". Sin embargo, según el autor, se ha intentado rebajar el arte a mero servicio de entretenimiento, consuelo existencial o refugio de valor financiero: "Esa promesa quizás se ha revelado excesiva. Pero en la época del fin de todas las cosas, el arte podría intentar, al menos, convertirse en lo contrario de la infelicidad".
El interés fundamental de José Fernández Vega (investigador del Conicet y profesor de la Universidad de Buenos Aires) involucra tanto la estética como lo político, a partir de considerar que "la deslegitimación de la política contemporánea corre pareja con la deslegitimación de su arte". El primero de los ensayos ("¿Buenas noticias sobre la 'muerte del arte'? Entre comunitarismo e individualismo") constituye una crítica implacable a los argumentos y conclusiones del filósofo estadounidense, Arthur C. Danto, en su (exageradamente celebrado) Después del fin del arte. Si Hegel declaró que el arte se había vuelto, para los modernos, "una cosa del pasado", el problema de los modernos consistió (y consiste, todavía) en interpretar las palabras de Hegel. La Escuela de Frankfurt, por ejemplo, entendió que el arte debía volverse crítico. Podía pervivir, "pero al precio de convertirse él mismo en filosofía". Para Danto –señala el autor– "la muerte del arte significa que, en lo sucesivo, éste se desarrolla en consonancia con la pluralidad de la civilidad democrática". Todos los estilos son admitidos; cualquier cosa puede convertirse en arte. La democracia liberal hace posible lo que Marx había soñado y entendido como comunismo (aunque restringido al ámbito del atelier, la galería y el museo): cada uno hace con su tiempo lo que quiere. La transformación revolucionaria ocurre en 1964, cuando Andy Warhol expone sus cajas de jabón Brillo: entonces, después del fin del arte, todo vale. Fernández Vega recorre la argumentación de Danto, mostrando sus fisuras y señalando sus inconvenientes: la inevitable pérdida de autonomía artística en nombre de una "libertad individual" que muy poco tiene de libre: "esa libertad es sólo una apariencia; el mercado –y no la filosofía– se ha vuelto su verdadero faro".
El libro es un conjunto de ocho ensayos, escritos entre 2000 y 2005, aparecidos en publicaciones especializadas, modificados y corregidos para esta edición. Resultan imperdibles los trabajos sobre "el momento argentino en la plástica de los años sesenta", donde Fernández Vega repasa el surgimiento vanguardístico del "Di Tella", la función de Jorge Romero Brest y la experiencia estética radicalizada (y neovanguardista: contra el Di Tella) de "Tucumán Arde". Dos ensayos sobre Adorno, un ajuste de cuentas con los "posmodernos" (despolitizadores del arte, a juicio del autor), un trabajo sobre el concepto de "representación" y otro sobre la noción de "belleza" (muy deteriorada, hoy) completan el volumen. El epígrafe del último ensayo, cita de Marcel Duchamp, resume el espíritu del libro: "Les lancé a la cabeza, como una provocación, el mingitorio, y ahora resulta que lo admiran por su belleza".
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