DUBCOVSKY
Una novela de iniciación sobre el fracaso del escritor que, sin embargo, sale a flote.
› Por Juan Pablo Bertazza
Las cenizas
Sergio Dubcovsky
Paradiso
124 páginas
Se sabe: la escritura tiende a lo infinito. Cualquier acción, por ínfima que sea, puede descomponerse en unidades cada vez menores gracias a la literatura. Y, por supuesto, uno de esos procesos es la propia escritura: encender la computadora, buscar un libro, un diccionario, revisar el archivo mental... ¿cuántas acciones y pensamientos pueden llegar a enumerarse justo antes del momento exacto en que alguien comienza a escribir, superando finalmente la fobia de la página en blanco? Las cenizas –el libro que motiva estas palabras– es la segunda novela del periodista Sergio Dubcovsky, quien se propuso tensar al máximo los límites de la primera persona, autobiográfica y autorreferente, para poder desbordarla y alcanzar ese rasgo de impersonalidad que suelen tener las mejores obras literarias y que –hay que decirlo– cada vez escasea más. A través de sus rápidas páginas, el escritor protagonista –hijo de un hombre que murió sin decir demasiado, padre soltero de Marcos y recién separado de una mujer a la que todavía ama– irá probando y desilusionándose con cada uno de los clichés que conforman la figura del escritor: el paso por alguna redacción periodística, el siempre conflictivo taller literario, la búsqueda romántica del sufrimiento para encontrar el estilo, la mímica de fumar "porque da más escritor" y hasta la afectación al hablar copiada del Cortázar afrancesado que guecitaba su guelato Toguito. Todo eso sin lograr escribir, en rigor de verdad, nada. Y con una novela que sólo tiene de novela una idea difusa, la constante postergación y la canchereada con los amigos, como quien ostenta un levante que nunca ocurrió. Y es justamente ahí, en esa distancia entre deseo y realidad, intimismo e hipocresía donde encuentra su punto más alto esta novela, llegando incluso a reírse muy secamente de algunos artilugios de la ficción. Y sin embargo, más allá de su humor corrosivo, también hay en esta novela mucho olor a iniciación y búsqueda, como si defendiera el lema según el cual la escritura comienza cuando el escritor averigua finalmente quién es. Como quien saca jugo de la podredumbre, Dubcovsky intenta robarle al cóctel de pereza, patetismo y melancolía un triunfo estético. Lo cierto es que, bajo esas circunstancias, la atmósfera lánguida y difusa que pretende recrear Las cenizas deja como saldo un libro bien estructurado que, pivoteando un poco en el "Escritor fracasado" de Arlt saca del recurrente tema del bloqueo literario una historia. Y eso, en este contexto, no es poca cosa.
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