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Letras libres y El vuelo de la reina
Letras Libres, 44 (agosto de 2002)
En la edición 44 de la prestigiosa revista Letras Libres (agosto de 2002), que puede consultarse en la red en www.letraslibres.com, aparece un artículo de Leonardo Tarifeño que, con el título “Soberbia por encargo”, analiza la novela El vuelo de la reina de Tomás Eloy Martínez, título que, al menos en nuestro país, ocupó durante varias semanas los primeros puestos en las listas de libros más vendidos. Tarifeño no se limita a reprobar, como tantos otros críticos, el esquematismo de ese libro sino que se refiere a las circunstancias de su publicación. Reproducimos algunos párrafos esclarecedores de su artículo.
“Antes de convertirse en El vuelo de la reina, este libro de Tomás Eloy Martínez se pensó como Soberbia, el primer título del encargo hecho al autor por parte de la editorial brasileña Objetiva. Esta editorial publica la colección Plenos Pecados desde 1998, con obras de Luis Fernando Verissimo (Gula) y Joao Ubaldo Ribeiro (Lujuria) como parte de un proyecto de ficcionalización de los pecados capitales a cargo de diversos narradores de prestigio. Y así fue como Soberbia apareció en ocasión de la última Feria de Sao Paulo, mientras en Hispanoamérica se consagraba a Martínez y ese mismo texto como los ganadores del Premio Alfaguara de Novela 2002.”
“Lo extraño es el tipo de reencarnación que transformó Soberbia en El vuelo de la reina. El lector malpensado imaginará que el autor sólo vendió a Objetiva los derechos en portugués para luego, en una maniobra jamás vista, llevarse uno de los premios mejor dotados en lengua española con una novela encargada y contratada previamente por otra editorial. Quizás en algún espacio no del todo ajeno a la crítica convendría analizar la rectitud de negocios semejantes; mientras tanto, habrá que limitarse a pensar los efectos literarios de unas condiciones de producción más cercanas a la urgencia mercantil que a la creación artística.”
“En cualquier caso, ninguna otra novela de Tomás Eloy Martínez se ve tan forzada ni desconfía tanto de sí misma. En estas páginas, el pulso del texto no se entrega a un personaje memorable (Carmona en La mano del amo, Moori Koenig o el Doctor Ara en Santa Evita) o una investigación (La pasión según Trelew, Santa Evita, La novela de Perón) sino a una historia apuntalada una y otra vez por la complicidad con cierto público posible, como si ni siquiera el autor confiara en el valor y el peso intrínseco de algo que en realidad llega por encargo. Los guiños empiezan en la política (un senador contrabandea armas y un presidente pierde a su hijo en un accidente, igual que en la era menemista), siguen en la cultura (Camargo lleva a Reina a cenar con Amis, Ishiguro, McEwan y Barnes) y no terminan sino hasta la última página, donde el protagonista piensa en escribir una novela que se llamaría La mano del amo, es decir, como la que Martínez firmó en 1991. Esta seña, quizás la más inútil de todas a efectos de la historia, resulta especialmente llamativa porque se supone que El vuelo de la reina se habría presentado ante el jurado del Premio Alfaguara sin revelar ni sugerir el nombre de su autor. La explicación, si vale la pena ensayarla, habría que buscarla entre los pliegues de su origen y destino: un libro pedido por una editorial, premiado por otra, que sólo vuela por encargo y hacia paisajes pintados por el dinero antes que por la literatura.”