HA JIN
Ha Jin, el escritor chino que reside en los Estados Unidos desde 1985, entrega en su último libro una novela de guerra. Pero más allá de tener elementos comunes a tantos otros relatos bélicos, el interés reside en la extrañeza: para el narrador es exótico lo que proviene de Occidente. Y el lector local podrá pasar por la experiencia contraria.
› Por Rodrigo Orihuela
Despojos de guerra
Ha Jin
Tusquets
382 páginas
A Vladmir Nabokov le molestaba que lo comparasen con Joseph Conrad. Se consideraba mejor escritor y, por sobre todo, creía tener mucho mejor dominio del idioma inglés que el polaco. Pero las comparaciones entre ambos eran inevitables y siguen siéndolo hasta hoy, porque ningún otro escritor logró tanto éxito como ellos escribiendo en inglés sin que esa fuese su lengua materna. De hecho, todo escritor no angloparlante que intente escribir en inglés será comparado con ellos. Le sucede hoy al chino Ha Jin, quien comenzó a escribir en inglés a los 34 años, en 1990. Desde entonces, Ha Jin ha obtenido una serie de éxitos que serían la envidia de la mayoría de los escritores estadounidenses: finalista del Pulitzer, dos veces ganador del prestigioso PEN/Faulkner y una vez ganador del Nacional Book Award, máximo galardón de las letras estadounidenses.
Ha Jin llegó a Estados Unidos en 1985 con una maestría en literatura estadounidense bajo el brazo y una beca para hacer un doctorado. Cuatro años más tarde decidió quedarse tras las protestas de la Plaza de Tiananmen. En 1992 apareció su primer libro de cuentos y en 1998 su primera novela, En el estanque. La fama masiva en Estados Unidos llegó con su segunda novela, La Espera (publicada en 1999 y con la que obtuvo el National Book Award).
A pesar de los premios muchos críticos angloparlantes señalan que la prosa de Ha Jin dista de ser sublime debido a su aprendizaje tardío del inglés, lo mismo que se dice de Conrad (Nabokov, en cambio, aprendió inglés de niño). Sus obras se sostienen, dicen los críticos de su prosa, por su temática y por la solidez de sus tramas.
Ha Jin cuenta con una ventaja adicional para ser exitoso, y es que China está de moda. Existe un gran interés en Occidente por conocer y hablar del país y al utilizar un lenguaje bastante lacónico, bien medido y sin grandes complejidades lingüísticas, sus cuentos y novelas permiten al lector occidental, poco familiarizado con China, acercarse a las historias sin sentirse perdido entre tanto nombre, situación y costumbre extraña.
Esto sucede con Despojos de guerra, su tercera novela. El eje de la historia son las vivencias en la guerra de Corea de Yu Yuan, un estudiante universitario conscripto en el ejército chino que sabe algo de inglés y por lo tanto oficia de traductor entre los presos chinos y los soldados estadounidenses. La mayor parte de la historia (contada como si fuesen las memorias de Yu Yuan) transcurre en campos de prisioneros de guerra en Corea, donde los soldados chinos pasaron meses, e incluso años, sin protección política alguna porque el gobierno de Mao los había mandado a pelear junto con las tropas comunistas de Corea del Norte sin darles respaldo oficial para evitar confrontaciones diplomáticas con Estados Unidos. Así, cuando los soldados fueron detenidos, Beijing no salió de inmediato a defenderlos y a exigir su repatriación, sino que alegó que habían ido a pelear de forma voluntaria. Los reos terminaron siendo los despojos de una guerra en la que no pidieron pelear.
La prolongada detención de Yu Yuan le permite a Ha Jin relatar en profundidad, y sin nunca aburrir, la vida dentro de la prisión y esto incluye descripciones detalladas de maltratos y torturas infligidos por los carceleros estadounidenses a sus presos, pero también las violentas peleas de poder entre chinos comunistas y chinos nacionalistas por controlar las prisiones, especialmente aquellos que no tienen filiación partidaria. Las descripciones de las torturas podrían incluso tomarse como una alegoría de la situación de los presos de Guantánamo. Sin embargo, Ha Jin aclaró en varias ocasiones que empezó a escribir la novela en 2000, cuando los actuales presos de Guantánamo todavía no existían.
Ha Jin evita a conciencia tomar partido, enumerando una y otra vez el maltrato y las torturas infligidos por los soldados de Estados Unidos a los presos pero también dando cuenta del maltrato de los comunistas y los nacionalistas chinos a sus propios compatriotas que no pensaban igual que ellos. Nadie queda bien parado desde el punto de vista político en este libro, excepto los millares de chinos reclutados para pelear sin tener en claro por qué lo hacían.
Despojos de guerra es común a todas las novelas de guerra en que se muestran las pequeñas y grandes miserias de las personas, los sufrimientos inútiles, la estupidez del conflicto armado y la violencia gratuita. Desde esta perspectiva, cualquier lector podrá encontrar similitudes entre este libro y cualquier otro del género. Pero, para el lector local, el conflicto en sí es diferente a los de otras historias, el tipo de torturas es diferente y los choques de culturas están narrados desde una visión novedosa, ya que lo extraño para el personaje es lo que proviene de Occidente, no al revés.
Si el envoltorio de la historia resulta novedoso, la esencia en sí no lo es, ya que es universal; los temores, las vilezas, la nobleza y los sueños son similares a los de cualquier persona en cualquier otro lugar y por lo tanto permiten al lector entender al personaje e identificarse con él. Ha Jin logra combinar ambos elementos con talento y al hacerlo cuenta una historia conmovedora. Así, lo valioso no es cuál es su idioma original, en qué idioma escribió la historia o de dónde proviene el autor. Lo realmente importante es la fuerza de su historia, que consigue que las obras trasciendan las fronteras, como las de Conrad.
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