Dom 15.09.2002
libros

RESEñAS

Cuidado: palabras sueltas

El resorte de la novia y otros cuentos
Sebastián Bianchi
Paradiso
Buenos Aires, 2002
80 págs.

POR JORGE PINEDO

¿Qué narrativa es aquella que se abstiene de perfilar personajes y situaciones, desenvolver una tensión y cerrar con giro abrupto una trama que se diluye? ¿Dónde se esconde el relato cuando sus actores mutan de personalidad y escenario? ¿Qué cuento es capaz de sostenerse toda vez que un manojo de historias disímiles se superponen, dificultando cualquier intelección acerca de qué escena corresponde a quién? Sin zambullirse en la teoría literaria, Sebastián Bianchi (Buenos Aires, 1966) tampoco apunta a desentrañar los cánones: más bien se postula al modo de un explorador en tierras indómitas, capaz de postular en acto una geografía que se va conformando a medida que el mapa cobra forma. Ese mapa es el lenguaje y el trazo que lo dibuja, la escritura.
Formas que apenas atrapan contenidos, dejan escapar al sentido con una fuerza tal que el lector apegado al realismo saldrá espantado. El resorte de la novia y otros cuentos constituye una gimnasia de escritura apegada al regocijo de la escritura misma. Frases cortas ametrallan, una detrás de otra, sin el descanso del aparte, sentidos quebrados en su escueto interior.
Los fans de ejercer la rotulación en géneros lograrían aproximar la prosa de Bianchi tal vez al surrealismo y, con un dejo de suspicacia, a la literatura patafísica de Alfred Jarry. Encuadramientos inmerecidos tanto para los seguidores de Breton como para los súbditos de Ubú, no menos que para el joven escritor porteño. Pues lo que hace Bianchi es otra cosa: “El sol salió sobre la playa desde el mediodía. En interrupciones de viento calentó más veces de las que por esconderse estuvo frío”. Aquello que, leído sobre el plancton del fraseo conspira contra el remilgo sintáctico y gramatical, recorre otros confines donde la significación se corta, cae y reaparece al modo del hilván o la ballena.
Muchas veces experimento estético, la provocación de Bianchi compromete a la tipografía, con una sucesión de media docena de ¿relatos? ¿grafittis? ¿haikus? diseñados de forma circular, de manera que el lector ha de girar el libro a fin de encontrar una ilación. ¿Cuántas formas existen de recorrer la circunferencia en la que, “Cuando Comeglio murió de un infarto pesaba casi doscientos kilos y valía cinco millones de dólares. El poder de los hombres hace variar el precio de los supermercados. Mientras el pueblo levanta su árbol de Navidad, de uno de los juguetes se escapa la bestia peluda”. Leído en redondo, como inscripto en el interior de una mira telescópica, el texto apunta y abre fuego. Sobre el lector.
Experiencia no apta para puristas ni pacatos, El resorte de la novia y otros cuentos logra su transgresión por fuera de las vanidades del contrerismo exhibicionista. Al enunciar: “El hombre es viejo lobo de mar cuando aprende del tiempo su ser baqueano del medio donde habita”, superpone sentidos, rompe cadencias, empalma secuencias heteróclitas. Cuentos con los personajes de la vieja revista Tía Vicenta, reciclajes de un Moby Dick desvencijado, fábulas sin Esopo son los pretextos (nunca tan bien definidos) utilizados por Bianchi en su viaje por los confines del lenguaje, atraído y repelido por la fuerza de gravedad de las palabras.

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