FRASES
“O inventamos, o erramos”
› Por Daniel Link
En “El hilo de seda de la legitimidad”, un artículo de opinión publicado en el diario La Nación el pasado 2 de septiembre, el historiador Natalio Botana reflexionaba sobre el reclamo de una Convención Constituyente para terminar calificando su propia intervención en contra de esa posición con las siguientes palabras: “Se dirá que esta plataforma es poca cosa. De acuerdo, pero tal vez habría que recordar aquella reflexión de Mitre cuando aducía que la peor de las elecciones es superior a la mejor de las revoluciones”.
Por qué habría que recordar precisamente esa afirmación de Mitre no se nos dice, pero tratándose de un historiador de la talla de Natalio Botana habrá que hacerle caso y ponerse a reflexionar en la frase de aquel político conservador: “La peor de las elecciones es superior a la mejor de las revoluciones”, como quien dijera “el peor de los melones es superior a la mejor de las sandías”. El problema es si se pueden comparar del mismo modo elecciones y revoluciones que melones y sandías (habrá muchas personas que incluso considerarían un poco abusiva incluso esta comparación del orden del gusto). Podría entenderse que alguien dijera que la mejor de las elecciones es superior a la peor de las revoluciones y, con cierta lógica, que la peor de las elecciones es superior a la peor de las revoluciones. Al contrario, muchas personas sostendrían de buen grado que la peor de las revoluciones es superior a la mejor de las elecciones. Esas frases son, en definitiva, medianamente inteligibles de acuerdo con marcos ideológicos definidos. La frase que recuerda Botana, no.
No es que el pensamiento de Mitre contradiga alguna posición política o ideológica. Es mucho más raro: contradice el lenguaje corriente, moldeado a partir de siglos de negociaciones por el sentido: nada podría ser “superior a la mejor de las revoluciones” (en la ciencia, la cultura, la tecnología, la política, la economía o el arte), porque el contenido semántico mismo de la palabra revolución –ese proyecto iluminista– incorpora un juicio de valor positivo, potenciado en este caso porque se trata de la mejor. En todo caso, Botana debe haber querido recuperar desde el fondo de su pensamiento ciertos clichés idelógico-lingüísticos, como aquel que dice que “lo mejor es enemigo de lo bueno” o el que sanciona que “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Frases hechas que expresan el conformismo y la resignación, y solamente eso.
El domingo pasado, en este mismo diario, Torcuato Di Tella (el sociólogo que hace unos años sorprendió a la opinión pública internacional cuando propuso una monarquía constitucional para remediar todos los males argentinos) coincidía con las alarmas de Natalio Botana. Mejor sería, en su perspectiva, resignar ahora toda hipótesis de transformación y esperar “veinte años, sembrados de experiencias graduales, en sindicatos, gobiernos municipales y estaduales, y en los órganos legislativos”. Juguemos en el bosque, nos recomendaba, mientras el lobo no está, y recordaba una frase de otro cuento infantil: “No hay que gritar ‘¡lobo!’ antes de que éste aparezca”. Frases que empiezan a circular, un debate que se arma: la opinión pública toma posiciones.
Hagamos lo mismo. Dado que Torcuato Di Tella supo presidir una fundación que llevaba el nombre del maestro de Simón Bolívar, Simón Rodríguez (1769-1854), convendría recordarle que aquel prohombre venezolano estaba convencido de que “o inventamos, o erramos”. Y para Natalio Botana –a ver (ruido de cajón revuelto)– vaya este recuerdo de Maurice Merleau-Ponty, quien propuso que toda revolución es verdadera como movimiento, aunque sea falsa como régimen.