Dom 23.12.2007
libros

LECTURAS Y VERANO

La República perdida

Libros para tener en cuenta en vacaciones

› Por Claudio Zeiger

Hay autores que tienen la virtud de plasmar en forma sencilla y entretenida ciertas complejidades de la historia sin perder la elegancia. Lejos del didactismo de la divulgación de anécdotas, leyendas y pinceladas variopintas, ponen el acento en la comprensión y en la posibilidad de extraer narratividad de los acontecimientos del pasado. Robert Harris es un periodista inglés que trabajó en diversos medios incluyendo la BBC y que en los últimos diez años se dedicó a cultivar la ficción histórica. Figuran entre sus libros éxitos del género como Enigma (sobre la máquina criptográfica que llevaban los alemanes en los submarinos), y Pompeya, basada en la erupción del Vesubio y la destrucción de Pompeya. Harris es de esos autores que, bastante obsesivos, hurgan en archivos y fuentes históricas y suelen llevar el afán periodístico a la literatura, con sus logros y excesos informativos. Pero su última entrega, Imperium, está particularmente despojada de los afanes de la reconstrucción de época, reducida a algunas descripciones precisas sobre los escenarios en que transcurría la vida de los romanos en tiempos de la República.

El nudo de Imperium es el ascenso al poder de Cicerón a pesar de sus austeros orígenes. El relato está contado por Tiro, su secretario e inventor de un sistema de transcripción —la taquigrafía— que le permitía ser de enorme utilidad en el mundillo de los abogados, oradores y políticos en general. En rigor, Tiro fue un esclavo de Cicerón aunque de suma confianza, y hay testimonios de peso que escribió sobre su vida aunque la obra se habría perdido en medio de la debacle del imperio romano. Imperium simula ser parte de ese relato perdido.

Con estos elementos de partida, Harris dividió su propuesta en dos partes. En la primera, la trama está sostenida en el juicio que Cicerón llevó adelante contra Verres, archicorrupto y sanguinario gobernador de Sicilia. Se trata de uno de esos thrillers con abogados y juicios que suelen garantizar el suspenso, con el plus de quedar instalados casi en el origen de todos los alegatos y tretas de corte, un thriller con todo el peso de la ley donde el abogado defensor de las víctimas es precisamente Cicerón. La segunda parte, en cambio, es más bien el relato meticuloso de una carrera política que gana en consistencia y pierde en sorpresa. Se acerca más al formato liso y llano de la biografía novelada. Sin embargo, la reconstrucción muy detallista de los entretelones políticos guarda su interés.

En verdad, Imperium es un libro que trabaja sobre los acontecimientos históricos de archivo pero sin desdeñar nunca lo micropolítico, tal vez porque ésa era la marca del accionar de Cicerón: una constante dedicación a los detalles, los gestos y la teatralidad, los contactos, la importancia de recordar uno a uno los rostros de los potenciales aliados y votantes. En definitiva, según viene a reconstruir Imperium, la política —tanto la antigua como la moderna— es una profesión que puede ejercerse con relativa dignidad y sentido de la justicia. La corrupción aparece como inherente a la política, y también la posibilidad real de combatirla no desde el fanatismo moral sino desde la astuta negociación. Más allá está el abismo de la tiranía, la pérdida de la República.

Personaje brillante y opaco a la vez, Cicerón es retratado alternativamente con brillantez y opacidad, como si fueran dos caras complementarias de un retrato que supo tener pinceladas de colores fuertes y que el tiempo ha vuelto grisáceo.

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