GUIU
Palabra e imágenes se conjugan en un juego de intersecciones donde la mirada es cifra y objeto de reflexión poética.
› Por Juan Pablo Bertazza
Libro de ojos
Andrea Guiu
Alción editora
123 páginas.
Queramos verlo o no, es indudable que de los cinco sentidos el más hegemónico en nuestra cultura occidental es el de la vista. No hay aroma, ni olor nauseabundo ni melodías ni ruidos atronadores que puedan compararse con la omnipresencia visual que nos invade y, por eso mismo, nos va cambiando todos los días un poco, sin que podamos muchas veces darnos cuenta. Sin postular tesis ni ideas predeterminadas, la escritora y periodista Andrea Guiu –nacida en San Pablo pero radicada en Córdoba– propone con su curioso Libro de ojos un itinerario tan fresco como oblicuo por el universo de la mirada, aunque sin reducirse a ella. Tanto los poemas y breves relatos, como las acuarelas y dibujos difusos (algunos de la autora, otros del diseñador Luis Jong) –desde un elegante cisne hasta el patito feo del final– que componen este libro giran en torno del órgano rector de la mirada: el ojo, o mejor dicho, los ojos, incluyendo obviamente aquel tercer ojo de la sabiduría. Así, además de desplegar las múltiples perspectivas de la mirada –la mirada filial, la mirada enamorada, la mirada del camarógrafo, la mirada del hipermétrope y la mirada perversa del voyeur, entre otras–, Libro de ojos hace foco también en la parte más vital y corporal de la vista: las secreciones, las lágrimas y la electricidad de cada parpadeo y sus distintas muletas: antifaces, anteojos y lentes, tal como podemos leer desde los primeros versos del sorprendente poema “Stripper”: “Se saca el velo el antifaz la máscara astringente/ se saca hasta la última partícula de rimmel/las pestañas postizas”.
Pero como Andrea Guiu parece haber resuelto encarar con la menor carga posible el tema de la mirada, dejándose llevar por distintas resonancias verbales, ahí dejan su marca frases no tan ingenuas como la alarmante “ojo con ella” y las secciones Mitologías y Visiones argentinas, que no desentonan –o mejor dicho, no desenfocan– para nada con el resto del libro. Si hay que hacer caso a esa ley no escrita según la cual todo verdadero poeta debe crear su propia cosmogonía, Guiu la tuvo en cuenta con seis poemas y relatos que se reapropian de distintos mitos como, por ejemplo, el de la creación –en este caso con un raro Dios que sigue el método del ensayo y error– y el de Orfeo y Eurídice –versión subterráneo de la línea A, cuyos trenes hace tiempo vienen pidiendo a gritos un homenaje literario–.
En la sutil sección Visiones argentinas, la idea de Guiu parece haber sido hablar de nuestro país no exactamente a partir de lo que no es, sino más bien descontextualizando referencias ajenas pero fundantes como los espejitos de colores, la ansiada Itaca y las alfombras persas.
En una de las frases más esclarecedoras del libro, Guiu dice que “una manera de mirar es una manera de amar, un modo artístico del sufrimiento ante la naturaleza esquiva del objeto deseado”.
Es justo decir que muchas de las frases de Libro de ojos, marcadas a fuego con el eficaz diseño de Silvia Otero y Luis Jong, van a quedar en la retina del lector.
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